Héctor Roggero - Un dirigente solidario y apasionado

Su historia

He aquí, un breve resumen de la historia de vida de un freyrense, que nunca dejó de soñar con el mañana y que trabajó denodadamente –desde distintos espacios– para que Freyre pudiera alcanzar diversos objetivos en el mundo del deporte. No fue un cibernauta del fútbol; fue y es un “Señor” que dijo presente en todo potrero apto para que una pelota pudiera rodar. No reconocerlo es no escuchar la voz de los hinchas…

Fecha de nacimiento: 3 de junio de 1940. Ese día, la felicidad invadiría los rostros de Bartolo y Margarita, sus padres, para siempre. Nacía Héctor Miguel Roggero, su adorado hijo. Desde que llegó a este mundo, Héctor amó el deporte. Fanático hasta los huesos de River. Cuentan que las pilas de su radio se agotaban mucho más rápido que las pilas promedio, debido a la cantidad de horas que las usaba para escuchar partidos de futbol y todo evento deportivo que se cruzara por el dial. Nunca se perdió un partido de River. Las radios cambiaron cientos de relatores, pero Héctor siempre se mantuvo firme. Fue el oyente más fiel de las AM.

De joven marchó a Córdoba, donde se graduó de Contador, profesión que sigue ejerciendo pese a estar jubilado. Esto habla de su constancia y de la satisfacción y el placer que encuentra en su trabajo. Es un metódico nato para todo. Es posible verlo todas las mañanas, bien temprano, unos minutos después que canta el primer gallo, saliendo de su casa para hacer actividad física. Reconforta ver la felicidad con la que cumple su rutina deportiva diaria. Es la evidencia empírica de la frase de Pablo Picasso: “la juventud no tiene edad”.

Su pasión por el deporte circula por sus venas, desde la cuna. Es posible percibirlo, tras conversar dos minutos con él. Cuando, mira los partidos por televisión, los vive como si estuviera en el campo de juego. Gesticula, protesta las infracciones dudosas que cobran los árbitros y les da indicaciones a los jugadores. “¡Tocá, nene, tocá!” o “¡pateá, querido, dale!”, “el pase al ras del piso y al pie”, son algunas frases que se suelen escuchar mientras disfruta los partidos en vivo por TV. A veces, pareciera, que los jugadores lo escucharan.

Es un gran observador. Un crítico del futbol con un paladar exquisito. Admirador de los líricos y “del juego limpio”. No mira solamente lo que enfoca la cámara en primer plano, como la mayoría de la gente. Él mira esos detalles milimétricos que pocos pueden apreciar, y predice lo que sucederá en la próxima jugada. Fue quien anunció, hace muchos años, en la cancha de Estrella del Sud, en la liga del Baby Futbol, que el “Chueco” Garay, tenía un gran futuro, porque poseía virtudes distinguidas. ¡No le erró!

Tiene una memoria de nombres de deportistas y fechas de partidos que supera la exactitud y magnitud de la mejor base de datos de la CIA.

Sus vecinos lo reconocen como una persona correcta y amable. Acompañó a los pibes de su barrio a todos los partidos y torneos donde se jugara por el honor. Su copiloto incondicional, durante muchísimos años, fue el recordado y fallecido “Toto” Fornero.

Héctor fue presidente del Club Atlético 9 de julio Olímpico de Freyre en el período 1969-1971. Durante su gestión, volvió el futbol de primera a Freyre. Hacía ocho años que no se jugaba. Durante su mandato como dirigente deportivo, se terminó la cancha de futbol del “9” y se hizo toda la iluminación de la misma (que perdura actualmente).

La comisión comandada por Héctor, había organizado un campeonato nocturno inolvidable que duró cuatro noches. Alrededor de 750 personas, por jornada, disfrutaron este maravilloso espectáculo deportivo.

Otro legado del mandato de Héctor, son las maratónicas gestiones realizadas para conseguir “la Virgen” que aún reside en el Club Atlético 9 de Julio Olímpico y bendice a todos los deportistas a diario. Héctor la fue a buscar a Retiro, en Capital Federal, con el entonces intendente Miguel A. Truccone, ya que para promocionar la Fiesta del Sorgo habían montado un stand en la capital de la República Argentina. Una de las tantas personas que visitaron el stand, donó la Virgen. Fueron a retirarla al Colegio Central, del cual dependía la casa de estudios de Colonia Vignaud. Desde entonces, la Virgen, cuida atentamente a todas las personas que ingresan al club.

A mediados de la década de 1970 se formó la nueva subcomisión de futbol. Su electo y flamante presidente, expresó claramente su objetivo: “quiero que Freyre sea campeón de la Liga”. En el año 1977, con esfuerzo y sobreponiéndose a muchas dificultades que se suscitaron en el camino a la gloria deportiva, el “9”, el club freyrense se coronó campeón. Fue un momento mágico, un episodio histórico que quedó tatuado en el corazón de todos los presentes. La final se disputó en Porteña, en cancha neutral, contra Brinkmann. Había cinco mil personas que pagaron la entrada, más algunos colados que lograron ingresar eludiendo el desembolso. El sonido de los bombos, los papeles que volaban sin pausa y los candentes cánticos, erizaban la piel de todos los presentes. Varios años después, algunos jugadores confesaron que sufrieron miedo escénico cuando saltaron al campo de juego. No era para menos; el recibimiento de los equipos fue rotundamente ensordecedor.

El Director Técnico era Juan Giarda, con quien compartió un sinnúmero de aventuras para conseguir jugadores. Muchas veces, Héctor llegaba a su casa para almorzar, y el sonido del viejo teléfono fijo de Entel, lo interrumpía. Alguien le indicaba las virtudes futbolísticas de algún jugador y acto seguido, sin probar bocado, saludaba a su familia, subía a su auto y viajaba a Córdoba para ver jugadores. Un día, en 1977 –en una de estas travesías con Juan Giarda–, Héctor incorporó al viaje, dos acompañantes de lujo: Ana, su esposa, y Alejandro (su hijo mayor, recién nacido, quien viajó acostado en su apreciado moisés). Cuando llegaron a la “Docta”, pasearon bajo la lluvia por varios barrios buscando jugadores que pudieran reforzar el equipo del “9”. Estas anécdotas fueron los pasos previos para lograr su anhelado sueño…”levantar la copa”.

El esfuerzo destinado al deporte, la convicción de la factibilidad del objetivo, las noches sin dormir y los kilómetros recorridos, tuvieron como corolario que Freyre se consagrara campeón. Aquella épica tarde, el corazón de Héctor latió jocosamente al ritmo de los bombos, y su felicidad fue absoluta. El objetivo se había logrado. El profesionalismo dirigencial había cumplido con el plantel y con los hinchas. Al regreso de Porteña, una caravana de autos escoltó al equipo campeón. Cortaron la ruta provincial número 1. No era para menos, ni una autopista de ocho carriles era suficiente para albergar semejante alegría celeste y blanca.

La pasión de Héctor por el deporte no sólo se limitó al Club 9 de Julio. También acompañó a sus alumnos a los intercolegiales, cuando era profesor del entonces Instituto Mariano Moreno. Uno de ellos es “Quesito” Brezzo, gran maratonista, a quien lo escoltó en cuantiosos eventos deportivos. Otro fue el popular “Cambuchi”, otro noble deportista que brotó de este bello suelo. El profesor Roggero siempre promovió la práctica de deportes en el alumnado. La participación de alumnos de Freyre en los famosos “Juegos Evita”, es otra evidencia contundente de lo mencionado.

En su haber, como dirigente, luce su injerencia en el plano cultural. Durante la Fiesta del Sorgo, cuando se desempeñaba como Presidente del club, trajo a “Palito” Ortega a Freyre. En esa época no existían las redes sociales, por tanto, contactar actores y deportistas era una tarea mucho más compleja que hoy. No obstante, con gestión y perseverancia los objetivos se logran. “El poder está en tu mente y, si realmente te propones algo, lo consigues”, dijo hace un tiempo el brillante nadador Michael Phelps. Héctor fue un adelantado, ya había aplicado esos conceptos varios años antes…

En 1974, integró la subcomisión del Complejo Deportivo que propulsó la edificación del monumental salón de 45 metros de largo por 25 metros de ancho, instalación polideportiva que es a la vez utilizada como salón de fiestas. En el campo boxístico, se desempeñó como asesor del gran boxeador “Martillo” Roldán.

Las estadísticas regionales reflejan que es la persona que más entradas compró en eventos deportivos de la zona y más kilómetros recorrió, siguiendo a su equipo. Dejó sus huellas en todas las canchas del Baby Futbol y la Liga Regional. Llevó jugadores, técnicos y dirigentes, religiosamente cada domingo, cuando el club y el Baby no contaban con medio de transporte.

Siempre fue materia dispuesta. Un tipo generoso, colaborador silencioso y perpetuo de causas nobles (que no hizo jamás alarde de su solidaridad). Una norma consuetudinaria indica que los ejemplos deben fomentarse para que se multipliquen las buenas conductas en las próximas generaciones.

Héctor es fanático de River y padre de tres hijos: Alejandro, Cecilia, y Eduardo. Cuando el tercer hijo (Eduardo) llegó a este mundo, en manos del Dr. Juan Ambroggio –médico, amigo de la familia Roggero, y confeso hincha de Boca– lo vistió con la camiseta de Boca y se lo entregó al feliz papá. La alegría de Héctor por el nacimiento de su tercer hijo era tan grande que se sonrió al verlo con la camiseta “bostera”. No obstante, los efectos xeneises duraron poco. Una semana posterior a su nacimiento, Eduardito abandonaría para siempre los colores de Boca para abrazar, para siempre, los colores de River Plate. Esta afectuosa anécdota es parte del folclore del fútbol y sigue alimentando la amistad familiar.

Actualmente es posible ver a Héctor acompañando a su nieto Valentino en la pasión futbolera que comparten. Lo sigue a todas las canchas, y disfruta en silencio cada partido. También tiene asistencia perfecta todos los domingos, cada vez que el “9” de sus amores disputa un nuevo partido. “Es de esos tipos que tienen la camiseta puesta”, dicen en los bares.

Algunas personas quieren que algo ocurra, otras sueñan con que suceda, y otras hacen que suceda. Héctor pertenece a esta última categoría de personas. Siempre supo que las cosas se resuelven con tiempo, esfuerzo y cerebro, ya que rápido y fácil sólo se pierde.

Querido Héctor, tu extenso caminar por el mundo del deporte amerita que una enorme bandera celeste y blanca ondee con tu nombre acompañado de esta simple pero sentida frase: “¡GRACIAS POR TANTO!"

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