Martín Joray - El gladiador de los tres palos

Su historia

El protagonista de hoy es Martín Joray. Nació en el año 1972 y, quien escribe estas líneas, le pateaba la pelota en la canchita del “17”, un campito rústico pero repleto de amistad, lealtad y travesuras, ubicado en la calle Jonas Salk, donde actualmente vive Beto Baralle y Yan Peralta, entre otros.

En este escenario deportivo, las tardes duraban vidas y las anécdotas brotaban de todos los rincones. Todos los días, nos reuníamos varios pibes, a veces algunos apenas conocidos, pero que con el transcurrir de un puňado de minutos se transformaban en amigos eternos, merced a una misma pasión: el amor por el fútbol. Me detengo y pienso mientras escribo: ¡cuántas cosas han cambiado! Esos lugares, las canchitas, las personas...

Sigo y recuerdo que desde muy chico, Martín se identificó con los colores del Racing Club de Avellaneda y -si la memoria no me falla - Ubaldo Matildo Fillol, era uno de sus ídolos. Sus primeros pasos los dio en el Baby Fútbol, con apenas siete años, siempre con Jorge "el Profe” Giacomino como director técnico.

Pasó por todas las categorías, siempre debajo de los tres palos, aunque más de una vez, intentaba hacer alarde de su habilidad y pedía que lo pusieran de delantero. Jugaba para la clase 72 y también reforzaba la 71. Como arquero de los equipos de ambas categorías, se consagró campeón en cebollitas, tercera y primera división, obteniendo en cuatro oportunidades, el tesoro más anhelado por todo custodio de los tres palos, esto es, "la valla menos vencida".

Al finalizar el Baby Futbol, Martín pasó a integrar el plantel de la pre juvenil del Club Atlético 9 de Julio Olímpico de Freyre, dirigido por aquel entonces, por el profe Darío Kudelka, obteniendo el título absoluto de la Liga Regional. Sus reflejos y agilidad eran muy poco comunes. Por estas cualidades distintivas era convocado como refuerzo por otros equipos de la región cuando se embarcaban en la odisea de enfrentar a diversos clubes, radicados fuera de las fronteras de la Liga.

A los trece años, tuvo su primer paso por Racing de Córdoba, para luego retornar al 9 de Freyre y jugar en la cuarta división y en la reserva, logrando abrazar nuevamente la gloria. A esta altura del relato, le solicito ayuda a mi memoria. Afortunadamente, ésta me oyó y me susurró al oído que este gran guarda vallas de Freyre, a los 17 años tuvo su segundo paso por Racing, donde jugó en la primera división de la Liga Cordobesa de Futbol, debutando contra San Martín de Tucumán.

En el mejor momento de su carrera y con una convocatoria para la Selección Nacional sub 17, dirigida por Mostaza Merlo, un problema de salud lo puso cara a cara con un temible rival que intentaría poner fin a su carrera deportiva. Martín, lejos de amedrentarse, lo esperó, transpirando entereza y valentía (como lo hacía en los duelos contra los delanteros más virtuosos). Irradiando coraje, salió a su encuentro y al mejor estilo del "Pato" Fillol, le arrebató el balón, logrando la victoria más importante de su vida. En el año 1992, volvió al fútbol y a Racing, con muy poca voz pero con una presencia que hacía que se lo escuchara muy fuerte en todo el estadio.

Ya transferido a Unión de Santa Fe, las lesiones en su rodilla comenzaron a complicarlo, al punto tal, que las intervenciones quirúrgicas no fueron suficientes. Luego pasó por varios clubes de la Liga Regional de San Francisco: el 9 de Julio Olímpico, Sociedad Sportiva Devoto, Altos de Chipión, Marina y Colonia San Bartolomé, obteniendo en este último equipo, el título de campeón después de cincuenta años, con un record de 900 minutos sin recibir goles.

Después de un tiempo y a punto de abandonar las canchas, el "9 de Freyre", lo convocó nuevamente por cinco partidos y, en esta tierra, se despidió del fútbol, recibiendo una merecida ovación. "Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida", dijo el poeta Armando Quijada Gómez. Martín hizo exactamente eso. Volvió a despedirse de su gente, de su club y de su arco. Pero el amor por ellos lo conservará para siempre.

Sembró buenas cosas, principalmente amistades, de esas que no requieren encuentros diarios para mantenerse encendidas e inalterables en el tiempo. Vuelvo a pensar, vuelvo a escarbar, afloran recuerdos, algunos claros y otros no tanto. De lo que estoy seguro es que nunca tuvo miedo a buscar nuevos horizontes y que siempre le sobró valor.

Gran volador, experto ataja penales, veloz como un rayo, todas características de su perfil deportivo. Soñador, buena persona, familiero, también son virtudes de este tipo especial. Todo pareciera indicar que la diferencia entre lo posible y lo imposible está en la determinación de la persona.

¡Muchas gracias Martín Joray por tantas alegrías!

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