Renzo Piazzo - "El guardián del fútbol"

Su historia

El 2 de junio de 1983, en la ciudad de San Francisco, el llanto de un bebé alertó sobre el inminente arribo a este mundo de Renzo Piazzo. Sus padres, Ricardo y María Rosa, y sus hermanos Romina y Ricardo (hijo) desbordaban de alegría. Tras consumir varias mamaderas, Renzo se lanzó a conocer este nuevo escenario, en cual pronto hallaría juguetes, centenas de amigos y mucho deporte. Los primeros pasos que ensayó fueron con poca estabilidad, pero lentamente sus piernas fueron ganando la confianza de su mente. Aún ni imaginaba que ellas le harían disfrutar tantos gratos momentos. Con su hermano Ricardo, tiró sus primeras paredes con una pelota de cuero que cuidaba con locura. Le pegaba al balón con ambos pies, aunque en honor a la verdad, el derecho siempre se destacó. La plaza Manuel Belgrano fue su estadio preferido. Era posible verlo allí todos los días jugando interminables partidos de fútbol con sus amigos.Jugaba en serio, al igual que todo lo que emprendería. Los fines de semana se convertía en un jugador de tiempo completo, pateaba la pelota prácticamente las 24 horas. Tal vez exageré: paraba 30 minutos para comer algo, reponer energías y volvía al césped, a ese lugar que lo impregnó de satisfacciones.

Con el paso del tiempo se acercó a la cancha del Baby, un templo del fútbol, donde aprendió los fundamentos de este deporte, compañerismo y mucha disciplina. En este sitio magnético, aprendió a ser metódico, a respetar ciertas rutinas, a cumplir los compromisos asumidos, a tener palabra y a no fallarle a sus compañeros, a su entrenador y a sí mismo mismo. En lugar maravilloso adquirió coraje, habilidades deportivas y destrezas sociales. Jugaba de defensor, era difícil pasarlo. Cabeceaba bien, era rápido, y era tiempista para interceptar la pelota. Cuando iba al suelo, lograba arrebatarle el balón a los rivales sin cometerles falta. Su temperamento siempre fue un valor agregado. Fue un verdadero representante del fair play. Con el paso del tiempo, cambió la cancha de 7 jugadores por una de 11. Pasó a lucir la camiseta del 9 de Freyre. Su desempeño no pasaba desapercibido. Gracias a sus virtudes, fue convocado para integrar la Selección regional de fútbol y tuvo el privilegio de enfrentar en la cancha de Sportivo Belgrano en San Francisco, a la Selección Argentina, sub 17, en la que le tocó marcar nada menos que a Carlitos Tévez, alias “El Apache”, su ídolo.

El romance de Renzo con el fútbol, lo llevó a conocer interesantes horizontes lejanos. Mientras jugaba en la primera del 9 de Freyre, cursaba medicina en la ciudad de Rosario y realizaba pasantías en un sanatorio. Un día, el teléfono de su casa sonó y una voz del otro lado, le comentó que la oportunidad deportiva había golpeado su puerta. Era cierto, había surgido la posibilidad de viajar a Italia, a probar suerte como futbolista. Tras analizarlo profundamente, Renzo tomó la decisión de rumbear en búsqueda de sus sueños. Colgó el delantal blanco, lustró sus botines y los metió en el interior de su bolso, junto a sus vendas y sus canilleras. Subió al avión y fue al encuentro del Viejo continente. Llegó a Italia, una de las cunas de la civilización mundial. En la tierra de sus ancestros, exhibió su talento, tejió lazos afectivos, evitó goles, y generó pases que se tradujeron en goles de su equipo. Lamentablemente, por desencuentros entre representantes, el sueño encontró obstáculos difíciles de sortear, motivo por el cual el zaguero central de Freyre, decidió retornar a su mayor fuente de inspiración y afecto: Freyre. Renzo almacena en su memoria el paso por Italia, como un momento sublime, una experiencia que le confirió aprendizaje, y respeto por la diversidad. Pero, además, este viaje le hizo dimensionar la importancia que posee el deporte como motor de integración social. En su currículum deportivo consta que defendió las camisetas de Freyre, la de Balnearia y la de Sportivo Suardi. En todos los clubes, Renzo supo, con simpleza y conducta, conquistar el afecto del público que no mezquina elogios hacia su persona. Como jugador fue un fenómeno intergeneracional, porque fue capaz de generar el reconocimiento de niños, jóvenes y adultos.

César Andrés Carignano, el extraordinario goleador y flamante periodista deportivo, surgido en estas tierras, definió a Renzo como un jugador pensante, y, por ende, versátil y polifuncional. Y resaltó su don de gente, lo cual es un plus importante en grupos humanos. Donde muchos ven laberintos repletos de problemas y adversidades, Renzo ve un campo de oportunidades. Una singularidad de su comportamiento ilustra su compromiso y disciplina: en plena juventud, el defensor del 9, siempre prefirió no salir un sábado a la noche, para cumplir con su equipo el domingo. Quería llegar al partido, pleno, por respeto a sus compañeros, a la camiseta que defendía y también para no darle ventajas evitables, al equipo rival. Nunca fumó y nunca bebió alcohol. Estos son algunos buenos hábitos que adquirió en el mundo deportivo, y que le aportan buena calidad de vida.

Tras su paso por Italia, a Renzo, Freyre lo recibió con un cálido abrazo. Este gran deportista local, comenzó a trabajar en Manfrey y posteriormente ingresó a la Policía. Desde entonces cuida a los vecinos con la misma disciplina con la que cuidaba a su arquero y a su arco, con la camiseta número “2”, en su espalda.

Entre varias anécdotas deportivas, resalta un gol que hizo de media cancha en la cancha del 9 de Freyre, que sorprendió a propios, extraños y a sí mismo. En su trayectoria deportiva, obviamente también hubo derrotas. Pero Renzo, gracias a su personalidad, busca aprender de ella, lo vive como un proceso formativo que interpela, y que sirve como oportunidad para mejorar ciertos aspectos.

Para Renzo sus hermanos son su base, sus cimientos en la vida. Su círculo afectivo más pequeño se complementa con su sobrinito Ricardito Benjamín, su novia María Eugenia y su cuñada Vanesa. A Ricardito, Renzo le cumplió un sueño: conocer la bombonera, el templo del fútbol del club de sus amores (sin dudas un momento compartido que ambos atesorarán para siempre en su memoria).

Su modo de entender el deporte se resume con las siguientes máximas: fijar metas posibles, trabajar duro para cumplirlas; no faltar a los entrenamientos, y tener los cuidados que la actividad requiere. Además de patear la pelota, también practica vóley. Participó en varios torneos, destacándose por su altura, su salto, sus remates y su conducta.

Actualmente, de manera paralela a su labor como policía, estudia derecho, con la idea de ejercer la profesión cuando se jubile (ya es procurador). No obstante, no abandona su rutina deportiva: juega al fútbol en el equipo de los veteranos, sale a trotar, y concurre con frecuencia inalterable al gimnasio. “Mente sana en cuerpo sano”, resume la concepción de los antiguos griegos, en lo que atañe a la importancia del cultivo de la mente, el cuerpo y el alma para lograr el equilibrio. Renzo no sabe de excusas, él siempre cumple. Los días sábados, son sagrados para él: tiene una sagrada reunión con sus compañeros para ir a jugar al fútbol a San Francisco. Allí trota, corre en velocidad, salta, recupera pelotas, va al suelo con elegancia, cabecea, y se gana el respeto y reconocimiento de sus compañeros, de los rivales y del público. En esos terrenos, muchos lo apodan “el guardián”, en honor a su entrega para defender su camiseta.

Renzo es la personificación de las solemnes palabras sobre la utopía, de Eduardo Galeano: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.” Esta filosofía de vida, pareciera ser el motor de la pasión vital de Renzo.

Por tu conducta y trayectoria deportivas, por promover la cultura de la responsabilidad, y por enseñar que el deber cumplido también recompensa, el nombre RENZO PIAZZO ya tiene su merecido lugar en el Museo Virtual del Deporte de Freyre y amplifica el capital social y deportivo municipal. Gracias a la familia Piazzo y a sus amigos, por permitir que se exhiba la vida de Renzo para que otras personas puedan replicar su ejemplo. ¡Felicitaciones Renzo!

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