Gustavo Arrieta - "El central que volaba"

Su historia

Más de una docena de personas esperan un tiro de esquina en el área grande. Abundan los roces, los manotazos y los gritos del arquero que busca ordenar a sus compañeros. Es posible observar cuatro tipos de camisetas en ese sector de la cancha: la de Tiro Federal y Deportivo de Morteros –que juega de local–, la del 9 de Freyre, la del arquero que usa colores que sobresalen, y la del árbitro (casaca negra). El sol le pone luz al campo de juego. El cielo está totalmente despejado. Todo está bastante quieto, como si fuera la calma que precede a un huracán. Una pelota vuela con rosca al primer palo. Un jugador del 9 de Freyre que tiene el número 2 en su espalda, asiente con la cabeza, se anticipa a su marcador y corre como un velocista al primer palo. Se lanza como un avión y queda unos segundos suspendido en el aire. Se produce un silencio parroquial, hasta que la pelota conecta con su parietal izquierdo y sale disparada como un misil, ingresa al arco y se estrella contra la cara interna de la red, ante la mirada derrotada del arquero, que vuela tarde, solo para la foto, o para que nadie diga que ni siquiera lo intentó. Rápidamente, el arquero se pone de pie en cuotas, se limpia la manga izquierda con la mano derecha y se encoge de hombros, como diciendo “¿Qué querés que haga?”. El autor del golazo que dejó mudo a los hinchas del Tiro, se levanta del piso y corre a abrazarse con sus compañeros, que explotan de euforia, se ríen y se le tiran encima. Luego de unos segundos de festejo, el responsable material de esta alegría freyrense, se sube las medias, se pone la camiseta adentro del pantaloncito, se sacude la melena con ambas manos y trota lentamente hacia la mitad de la cancha. Luego camina unos metros más, hasta llegar a su posición en el campo de juego. El 2 que hizo semejante golazo se llama Gustavo Ramón Arrieta, nació el 15 de abril del año 1970, en Freyre, y es hijo de Ilda Pipino y Agustín Donato Arrieta.

Sus primeros pasos en el universo del deporte, los dio en el fútbol, en el predio del Baby Futbol local. Luego defendió los colores del Club Atlético 9 de Julio Olímpico de Freyre y también de Unión de Santa Fe. Años más tarde, se desempeñó en el fútbol amateur de San Francisco y luego retornó al 9 de Freyre. Jugaba de marcador central (de 2 o de 6), como se decía entonces. Tuvo una linda niñez en el Baby Futbol. Su equipo se consagró dos veces campeón y dos veces subcampeón de la Liga. Es uno de los integrantes del primer equipo de Freyre que se consagró campeón de la liga de Baby Futbol (fue en la categoría “Cebolllitas”, no habiendo perdido ni un partido en todo el campeonato). Gustavo recuerda todos los nombres de sus compañeros con los que hicieron historia con la categoría 1970. Recita los nombres en el siguiente orden: Ricardo Arias, Marcelino Galoppo, Fernando Isleño, Cristian Castro, Daniel Tolosa, Fernando Cervelatti, Guillermo Vanzetti y Juan Pedro “Yan” Peraltta.

La memoria de Gustavo se rehúsa a olvidar también una final que perdió integrando la juvenil del 9 de Freyre, contra Centro Social y Deportivo Brinkmann. Aunque reconoce que sus rivales de ese momento, tenían un equipo repleto de habilidosos, que rápidamente fueron incorporados al plantel de primera división.

Con el paso del tiempo, el talento deportivo de Gustavo se fue viralizando y varios clubes y entrenadores fueron tomando nota de sus virtudes. Tanto se rumoreó su nombre que fue convocado para lucir los colores de un importante club situado a varios kilómetros del ejido municipal de Freyre. Se trató del Club Unión de Santa Fe. Gustavo llegó a la ciudad del puente colgante, para cumplir un sueño que le provocó insomnio varias noches: jugar con la camiseta y en el estadio del Tatengue.

Se puso los cortos lo más rápido que pudo, se dedicó a entrenar, disfrutó del césped de un lindo estadio, y jugó a la pelota en un entorno altamente competitivo. Llegó a jugar en la reserva de Unión. Su equipo estuvo siete partidos invictos, habiéndole ganado a River, Boca y Rosario Central. Tuvo la suerte de enfrentar a jugadores de la talla del “Polilla” Da Silva, Walter Pico, “Tito” Bonano (que por entonces defendía el arco de Rosario Central), y Mendoza, que jugaba en Argentinos Juniors.

Gustavo era veloz con sus piernas, y tenía un salto muy potente. Se elevaba muy bien, lo que contribuyó para que sus frentazos fueran una amenaza toda vez que ingresaba al área rival, y una tranquilidad para su arquero y sus compañeros, cuando alguna pelota se aproximaba por el cielo a su arco.

Pero el vínculo del protagonista de esta historia con el deporte, no se limita a su rol de jugador. También trabajó veinte años en el Baby Fútbol, cumpliendo diversas funciones; fue ayudante de campo, delegado, técnico y monitor de fútbol infantil. Viajaba frecuentemente a San Francisco representando a Freyre. Hace tres años se retiró de esta labor, pero recuerda al Baby como uno de los sitios que mayor satisfacción le ha dado.

En su rol de hincha, confiesa ser de River y simpatizante de Unión, club que cumple años justo el mismo día que él, como si fuera una conexión promovida por el destino.

Sus referentes deportivos son Daniel Alberto Pasarella –defensor campeón del mundo, a quien admiraba como marcador, cabeceador y por su liderazgo dentro de la cancha– y Oscar Ruggeri, un central aguerrido y gran cabeceador, campeón del mundo en México 86.

Gustavo hace una pausa, y con la voz entrecortada señala que entre las adversidades que la vida puso en su camino, la pérdida de su padre, cuando era muy pequeño, fue un episodio que lo marcó mucho. Se nota que lo extraña profundamente. Con emoción invadiendo sus palabras, expresa que su abuelo, Bernabé Arrieta, ocupó un lugar central en su vida, convirtiéndose en su sostén, a quien recurría toda vez que necesitaba una mano o un consejo –que siempre venía cargado de la sabiduría que brindan los años–. A su abuelo Bernabé, y a su madre los define como las personas más importantes de su vida.

Una de las imágenes que acompaña este texto, registra la entrega de premios, realizada hace un poco más de cuatro décadas, en uno de los cines de San Francisco. Ese año, cuatro divisiones (1969,1970,1971 y 1972) del Baby Fútbol local trajeron trofeos. Ese año Freyre logró la Copa Challenger (las tres divisiones más pequeñas, categorías 1970,1971,1972, se consagraron campeonas). Este episodio lo atesora como un hecho extraordinario. Y convencido de que uno adquiere una deuda de gratitud con aquellos que le permitieron sentirse mejor, le solicita a la sociedad local, recordar con respeto a Toto Fornero y Juan Mackay, dos personas que fueron parte de la vida del Baby durante muchos años y que tenían asistencia perfecta a los entrenamientos y partidos. También reconoce la gran labor desarrollada por el profesor Jorge Giacomino y Dalcio Castro, como dirigente.

Gustavo considera que lo más importante en la vida de un deportista es el cuidado, el entrenamiento y la constancia. Y afirma: “si un deportista no tiene virtudes humanas, es poco probable que llegue lejos. Hay algunas excepciones, de unos tocados por la varita mágica, pero la regla general es que sin conducta no se llega a buen puerto”. En este sentido resalta la perseverancia y la conducta de Marcelino Galoppo, un freyrense que cruzó el océano atlántico y jugó en el fútbol europeo.

Por tu amplio caminar por la ruta del deporte, ¡felicitaciones GUSTAVO ARRIETA! Gracias por compartir tus reflexiones basadas en tu experiencia como deportista, técnico y dirigente. Gracias por tu contribución al deporte local y por señalarlo como un sitio donde los sueños más felices pueden hacerse realidad. Tu legado se inscribe en el Museo Virtual del Deporte de Freyre, para ampliar y democratizar el patrimonio deportivo local.

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