Gonzalo Godino - "El creativo del gol"

Su historia

En los baldíos, en las calles, en los patios de cualquier casa, y en todo rincón del extenso territorio de la República Argentina, para armar un partido de fútbol, sólo se necesitan dos personas, algunos objetos que simulen ser arcos –pueden ser mochilas, ladrillos, remeras, un montoncito de hojas o algunas ramas– y muchas ganas de hacer goles en el arco rival y de cuidar el propio. Pero en el fútbol formal de 11 jugadores, la cosa cambia. Allí los jugadores ingresan al campo de juego, tras una seria entrada en calor, todos lucen el mismo uniforme –medias, pantaloncitos y camiseta, salvo el arquero, que usa un atuendo singular para no dificultar la labor del árbitro–. Lo que cambia en la ropa que usan los diez jugadores de campo, son los botines, las canilleras y el número que cada uno lleva en la espalda. Algunos directores técnicos asignan los números acorde a la posición en el campo de juego (por ejemplo: la 5 es para el mediocampista central, la 4 para el lateral derecho y la 1 para el arquero). Pero hay otros, como el exentrenador de la Selección Argentina, el Dr. Carlos Salvador Bilardo, que las reparten siguiendo un orden alfabético (por esta razón, Juan Simón usó la 20 y Nery Pumpido la 18, en el mundial de Italia 90). Para algunos se trata de cábalas, brujas y estrategias para desorientar unos segundos al rival. Otros, en cambio no le asignan importancia a esta cuestión, porque consideran que, en definitiva, lo importante son las virtudes y la performance deportiva del jugador en la cancha, independientemente del número que lleve en su camiseta.

Por lo general, quienes juegan de la mitad de la cancha en adelante, suelen poseer virtudes creativas, para desestabilizar a la defensa del equipo rival. Son dueños de destrezas para crear juego, son diferentes en cuanto a la visión del campo y al trato que le confieren a la pelota. Tienen habilidades muy distintas a las que se requieren simplemente para romper el juego de otros. El protagonista de hoy, Gonzalo Godino, pertenece al primer grupo, al de los creativos, al de los artesanos del fútbol, los que marcan el valor diferencial de una tropa que sueña lo mismo: ganar el partido, levantar la copa. En la vida de Gonzalo no hubo situación capaz de proscribir la esperanza que la pelota siempre despertó en él. Ante cada traspié, el fútbol siempre vino al rescate. Quizás por esta razón, para él, el fútbol es escultura, es el teatro de las mayorías, es el sitio de los que se rebelan con sus pies produciendo arte que llega a todos y que nunca es indiferente a los sentidos.

Gonzalo Godino, ocupaba la posición que ocupan los que desafían las adversidades con sus botines, los que durante 90 minutos se atreven a explorar la libertad haciendo uso de una pelota de cuero, los que inspiran admiración y respeto porque pese a las patadas recibidas no detienen su marcha. Esa es la posición que glorificaron Diego Armando Maradona y Román Riquelme, sus ídolos deportivos. En fracciones de segundos, Gonzalo frotaba sus botines mágicos, quebraba su cadera para un lado y para el otro, efectuaba giros sorprendentes con la pelota soldada a su pie derecho, pasaba su pierna derecha por encima de la redonda sin moverla de lugar y arrancaba a toda velocidad dejando aturdidos a los marcadores que, con ingenuidad, intentaban detenerlo. Fueron muchas las jugadas que surgieron de sus pies, que finalizaron con la pelota estrellada en la cara interna de la red del arco del equipo rival. Lo intentaré decir mejor: Gonzalo tenía la habilidad en sus piernas y en sus pies, para controlar la pelota, eludir a jugadores rivales mediante gambetas, que dejaban mareados hasta a sus propios compañeros, y transformar una jugada que parecía insignificante en gol –y a veces en golazos –. A este tipo de jugadores, algunos los llaman líricos; otros dicen que son deportistas superlativos, otros, los más pragmáticos, evitan definiciones filosóficas que poco importan, y se entregan al placer de observarlos jugar. Son distintos a la media, son generadores de juego, son quienes marcan el cambio de ritmo, los que sorprenden con alguna pirueta que nadie esperaba, son el pulmón del equipo...

Gonzalo José Godino, nació el 17 de septiembre de 1976. Sus padres, Marta y Pedro, forjaron los cimientos sobre los cuales “El Gonza” construyó su carácter, su estilo de vida y sus características deportivas. Su hermana María Magdalena también es parte de su valioso capital afectivo.

El Gonza es hincha de Boca, y también simpatiza con Talleres de Córdoba. Desde muy pequeño soñó con estadios, banderas y goles. Muchos goles. Para Gonzalo, los amigos y la familia son la máxima fuente de inspiración y contención para un deportista. Su debut en el fútbol formal fue en el Baby Fútbol, en cancha de 7. Allí adquirió los fundamentos y conocimientos que con el tiempo le permitieron destacarse en la zona, en canchas con césped y también en terrenos donde el verde brillaba por su ausencia (esto no fue un condicionante para su desempeño). Ya en esos tiempos, el profe Jorge Giacomino, advirtió sus dotes de estratega. Al poco tiempo de conocerlo, supo que estaba siendo artífice del lanzamiento de un deportista que tendría mucho camino por andar. Era un niño que pateaba con las dos piernas, tenía un control magnífico del balón, usaba con astucia el borde interno y el externo del pie dependiendo la ocasión, y decidía muy rápido en cada situación (esto último llamaba mucho la atención de quienes los veían jugar). A los 8 años, el pequeño ya ensayaba gambetas, caños y rabonas en la Liga de Baby Fútbol. Y mal no le fue. Apilaba defensores, los dejaba agotados y hechos un nudo. A los marcadores de punta les costaba quitarle la pelota. El Gonza la cubría bien, los ridiculizaba con alguna genialidad y seguía con la pelota bajo la suela de sus botines. Un amigo de Gonzalo y compañero en muchas batallas futbolísticas, Germán “Tato” Gonella, recuerda un partido contra Estrella del Sud, en el marco de la Copa Challenger, del Baby Fútbol. Por entonces, Estrella salía campeón siempre, y venía de levantar la Copa con la categoría 75, en la que jugaba el extraordinario Diego “Chueco” Garay. Tato recuerda que esa mañana, le ganaron 3 a 1 a Estrella, con una actuación inmejorable de Gonzalo. Cuenta que ese día, El Gonza, derrochó magia en todos los sectores de la cancha, provocando euforia en sus compañeros, en el banco de suplentes y en los hinchas. En tercera división, la clase 76, logró el tercer puesto en la Liga del Baby y por lo general, estuvieron entre los cinco mejores equipos, a lo largo de toda su estadía por las divisiones del Baby. A los 13 años de edad, Gonzalo pasó a las canchas de 11. Vistió la camiseta del 9 de Freyre. Las dimensiones de la cancha le favorecían, porque tenía más espacio, lo que hacía más vistoso su juego. Su juego aportaba dinamismo y contundencia que se veía reflejado en las redes del arco rival.

Los "cazatalentos" se enteraron de las habilidades de Gonzalo y de inmediato salieron a su encuentro. Pronto el freyrense, recibió un ofrecimiento para jugar en Rosario Central, el equipo de la ciudad de Rosario, en el que sus hinchas son apodados “Los Canallas”. Hacia la tierra del Negro Fontanarrosa y Juan Carlos Baglietto, partió Gonzalo, con un bolso que desbordaba expectativas. Compartió equipo con el “Indiecito” Solari y otros jugadores que con el paso del tiempo se consagrarían en el mundo del fútbol. Jugó dos años, potenciando su estilo con nuevos conocimientos, merced a metódicos entrenamientos. En el año 1993, decidió regresar a Freyre para jugar en la juvenil con sus amigos de toda la vida. Una hepatitis lo mantuvo al margen del deporte un tiempo, pero luego la vida premió su talento, con una alegría a la que su memoria apela toda vez que necesita animar su día. Me refiero al campeonato logrado con la juvenil del 9 de Freyre, dirigida por el entrenador Enrique “Cepillo” Bianchotti, en 1993. Por entonces, Gonzalo jugaba como cuarto volante o volante creativo, compartiendo esa función con Jorge Barovero, otro jugador brillante que emergió de esta tierra. El plantel lo integraban: Horacio Juncos, Franco Bonetto, Gabriel Carignano, Nicolás Karlen, Juan Manuel Gallo, Darío Vacca, Germán “Tato” Gonella, Jorge Juri, Jorge barovero, Gonzalo Godino, Claudio Gallo, Gastón Ambroggio, Alejandro Roggero, Rubén Cantamutto, Rodrigo Ledesma, Juan Pablo Silva y Martín Trossero. Este plantel se consagró campeón del Torneo Clausura de la Liga Regional, y posteriormente venció, en una final heroica, a Centro Social y Deportivo Brinkmann, logrando también el Campeonato Absoluto. Posteriormente, debido a algunas peculiaridades de la Liga de San Francisco, el entrenador pudo incorporar a dos jugadores de la clase 1975: Javier Binner y Diego Bensi. El equipo del 9, viajó a la ciudad de Villanueva para enfrentar a Alem, por el campeonato provincial. En este partido, Freyre fue derrotado (es importante no confundir “ser derrotado” con “estar derrotado”, esto implica conservar este estado en el tiempo, hecho que nunca sucedió con Gonzalo y sus compañeros). El vínculo de Gonzalo con la pelota era indestructible. Ella era su cable a tierra en situaciones tensas, y su socia predilecta toda vez que necesitó encender sus emociones. Gonzalo también jugó en la primera del 9 haciendo bailar a las defensas de la zona. Debutó en primera a los 15 años, y se cansó de eludir defensores y de saltar patadas. En las charlas de fútbol que se suscitan en las calles, cuentan que algunos defensores que lo marcaban y lo perseguían a toda velocidad como perros de caza, cuando Gonzalo clavaba un freno –disminuyendo su velocidad a cero, en el tiempo de un parpadear de ojos– pasaban de largo hasta el vestuario. También es recurrente el recuerdo del golazo que hizo una tarde contra Villa Trinidad, en un partido en el que el 9 de Freyre ganó 1 a 0.

En esos tiempos, cuando un freyrense quería ver fútbol, simplemente encendía el televisor, pero cuando quería emocionarse con buen juego, iba a la cancha a verlo jugar al Gonza. Algunos hinchas rivales, incapaces de reconocer el talento ajeno, para evitar el sufrimiento de 90 minutos, elegían no ver los partidos en los que el as de espada del 9 de Freyre, despertaba aplausos hasta de las manos más tímidas.

Pero un dolor empezó a asomar en su vida y a condicionar su vida deportiva. Ese maldito dolor en la columna hizo que las canchas y él, poco a poco se distanciaran y privó a multitudes que aman el fútbol, de poder seguir disfrutando su arte. El Gonza se retiró del fútbol formal en el año 1997, habiendo dejado huellas imborrables en el deporte y en quienes tuvieron el privilegio de contemplar su estilo de juego. Hoy Gonzalo vive el fútbol desde otro sitio, con la tranquilidad de haber dado todo lo que estuvo a su alcance, y juega partidos vitales que lo ennoblecen con jugadores que lo llenan de felicidad: Andrea, Blas y Vitorio.

En esta época, donde las series de Netflix están en boca de todos, quizás llevar las algunas jugadas del Gonza a la pantalla, sea un buen dique de contención para los nostálgicos del fútbol que extrañan las gambetas y se niegan a aceptar su ausencia en las canchas.

Felicitaciones GONZALO GODINO por tus virtudes deportivas que llevaron a Freyre a trascender fronteras locales. Su talento le puso música al fútbol y deleitó los corazones de los hinchas. Gracias por contribuir a fomentar la identidad local y por inspirar a nuevas generaciones. Valga por último este espacio, para efectuar un especial agradecimiento a Tato Gonella, Gastón Ambroggio, Gonzalo Dagatti, y Peco Sola por aportar material valioso para reconstruir esta historia que amplía el capital cultural y deportivo de Freyre. ¡Muchas gracias!

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