Hugo Quintino - "¡Andando!"

Su historia

El primer día de septiembre de 1949, primeriando a la primavera, nacía en Freyre, Hugo Alberto Ramón Quintino, hijo de Oreste Quintino y Nélida Caffaratti –dos personas adeptas al trabajo, sastre y modista, respectivamente–. La vida de Hugo transita por dos esferas bien definidas: una la constituye su intenso caminar por el mundo empresarial, y la otra es su costado deportivo, la actividad que logró mantenerlo siempre con los pies en el suelo y a salvo del ruido que implica la vorágine del mundo de los negocios. Ahondaré en este segundo componente, esto es, en su interesante vínculo con el deporte. Hugo tuvo una linda infancia. No necesitaba celulares inteligentes para pasar el tiempo. Su rutina era mucho más simple que la de los niños de hoy, pero también muy reconfortante. Y sí, los tiempos cambiaron, y cambiaron mucho en poco tiempo.

Tras salir de la escuela, Hugo pasaba sus tardes trepando tapiales, pateando pelotas, e integrando grupos heterogéneos de amigos en su barrio. Por entonces, en plena Guerra Fría, el mundo se dividía en dos grandes colectivos, uno comandado por Estados Unidos y otro por la Unión Soviética. Pero para los niños y niñas de nuestra localidad, el mundo era menos complejo y más romántico; las grandes decisiones para ellos pasaban por escoger helados de vainilla, chocolate, o frutilla. Eso sí, eran mucho más felices que los adultos de entonces, que vivían preocupados por el acontecer mundial y los regímenes políticos. A veces, la rutina hacía que Hugo tuviera la sospecha de que el tiempo se repetía, pero para los niños de entonces, los días iguales eran siempre distintos. Cuando finalizó la primaria, Hugo, en el año 1963, ingresó al colegio secundario. Allí, el deporte que más se practicaba era atletismo. En esos años, se organizaban competencias en las que competían colegios de la zona y también participaban en eventos deportivos que se celebraban en Córdoba y en La Rioja. Hugo en esos tiempos practicaba lanzamiento de jabalina y bala. Lo realizó hasta quinto año (este era el último curso del secundario de la época). En ese lapso de nuestra historia local, Freyre no tenía cancha de tenis, por lo que un grupo de adultos decidió construir dos. Hugo y otros vecinos que amaban este deporte, colaboraron en la construcción de las mismas. Son las que actualmente están en el Club 9 de Julio (sólo que las movieron unos metros para edificar y anexar dos nuevas canchas al predio deportivo).

Hugo empezó a practicar tenis en el club 9 de Julio de Freyre, quizás atraído por el color del polvo de ladrillo, el dibujo de las líneas blancas de la cancha o tal vez por la forma singular de las raquetas. Aprendió este deporte con personas mayores que él, quienes pronto le brindaron su tiempo y su amistad. Ellos fueron: Hugo Baima, Yiyo Basso, Victor Deop y Olegario Tendero. A los que se sumaron Honey Badino, Nelson Genero y Edsel Brussa, solo por nombrar algunos freyrenses que frecuentaban el universo del tenis local.

Durante treinta años Hugo jugó innumerables sets en el polvo de ladrillo, con ferviente constancia. Disputó torneros en San Francisco, Morteros, Brinkmann y Sunchales.

A partir de 1990, su vida deportiva dio un giro importante. De la mano del recordado y querido Romaldo Storero, decidió adentrarse en el mundo del ciclismo y rápidamente se sumó al grupo de adultos que salían a pedalear por la ruta provincial 1. Luego se sumaron jóvenes, que actualmente siguen rodando con sus bicis, recordando siempre con gratitud a sus mentores.

Era habitual verlos entrenar de noche alrededor de la plaza Manuel Belgrano, bajo la atenta mirada de Don Evaristo Gianinetto, quien pudo haber ido a las Olimpíadas celebradas en Helsinki (Finlandia), pero la Federación de Ciclismo decidió llevar a competidores de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (injusticias que los pueblos del interior del interior, muchas veces padecen).

En ese círculo de ciclistas locales estaban Mingo Tesio, Jorge Pérez, Luis Baudino, Gastón Tessio, Germán Cassinerio, Rodolfo Oscarez, entre otros. Corrían la “San Francisco – Miramar” y entrenaban los fines de semana (salían de Freyre y rodaban hasta encontrarse cara a cara con la laguna de Mar Chiquita). Estos pioneros del ciclismo, fueron los que marcaron el camino y les dieron impulso a muchos jóvenes que hoy practican mountain bike y ciclismo de ruta.

Hugo Quintino pedaleó hasta los 70 años de edad, cuando decidió embarcarse en una vida más apacible. En sus casi tres décadas sobre la bici, recorrió diversos caminos e incalculables kilómetros de emociones. Cuando las distancias se hacían extensas y la llegada parecía estar cada vez más lejos, los gemelos y los cuádriceps amenazaban con contracturas. Allí, es cuando la mente se vuelve una herramienta poderosa para aportar esas dosis de templanza necesarias que permiten seguir desafiando vientos irascibles, caminos complicados, temperaturas hostiles y todo tipo de pronóstico sombrío. Hubo veces que en plena ruta, cuando el cansancio se apoderaba progresivamente de todas sus energías, su propia sombra lo alentaba y lo contenía. Hugo la miraba con ligeros movimientos de su cabeza hacia la izquierda, fijando su vista en el pavimento, donde ella reposaba. En inviernos crudos, cuando salía a rodar, algunas veces las manos y la cara se le helaron tanto que ya ni las sentía. Entonces debía detenerse en la banquina unos instantes, porque el frío traspasaba sus guantes. Bajaba con su bici lentamente de la ruta –para que no se rompieran las ruedas– frenaba, se sacaba los guantes, respiraba hondo y se echaba aliento en sus manos. Luego las frotaba para reanimarlas y hacía algunas muecas con el rostro para recuperar la sensibilidad facial.

Hugo y la bici se niegan tajantemente a distanciarse definitivamente. De hecho, cada tanto se reencuentran y recorren algunos kilómetros, que los llenan de satisfacción a ambos.

Hugo no pedaleó solamente como deporte y hobby. También forjó un equipo de corredores profesionales, apoyados por sponsors de la ciudad de Córdoba, para que pudieran rodar por todo el país. Se llamó Córdoba Cyclin Team, y tenía base en Río Ceballos, en el corazón de las Sierras Chicas de la provincia de Córdoba. Estos ciclistas participaron en la “Doble San Francisco –Miramar”, en Bragado, en diversos campeonatos argentinos celebrados en San Juan, y un etcétera largo como la cantidad de kilómetros que recorrieron. Dentro de este equipo se encontraban: Diego Valenzuela (de Villa Allende), quien fue campeón argentino en rutas, en varias oportunidades.

En el ámbito del ciclismo, los referentes deportivos de Hugo, por quienes siente profunda admiración, son el italiano Marcos Pantani, el estadounidense Lance Amstrong, y el español Alberto Contador. El Tour de France, el evento más importante del ciclismo mundial, hace que Hugo, cada año se siente más cerca del televisor, porque cada vez quiere apreciar más detalles y absorber más la idiosincrasia de una competencia extraordinaria que le proporciona ansiedad y felicidad en simétricas porciones. Mientras observa, suele imaginar en voz alta los entrenamientos de esos deportistas destacados.

En el campo personal, en su juventud, Hugo se casó con Nélida, con quien tuvieron cuatro hijos (Marcos, Lucas, Ignacio y Cecilia). Con los años llegaron los nietos para ampliar el grupo familiar y para aportar toneladas de alegrías. Este es el equipo que Hugo elige, sin vacilar, para ejercer su vida en general. La familia es su fuente de energías para emprender los proyectos y sueños más preciados. Este elenco afectivo es el activo más valioso que posee.

En materia futbolística, Hugo se asume sabalero, hincha de Colón de Santa Fé, –equipo donde brilló el freyrense César Andrés Carignano, bautizado por los hinchas sabaleros como “Carigol”, por las veces que dejó la pelota en el interior del arco rival–.

Hugo Quintino resalta que el deporte coadyuva a conservar un buen estado de salud, genera nuevas amistades y por tanto, aumenta la interacción y la integración social. Y enfatiza en la constancia, virtud necesaria para alcanzar todos, todos, todos los sueños y metas.

Hugo Quintino tuvo tardes soleadas y días de vientos adversos, como todos los seres humanos, pero nunca dejó de desplazarse en la vida, ni en los más intricados caminos.

En sus últimas salidas colectivas a la ruta, cuando ante situaciones climáticas desfavorables sus compañeros le preguntaban si deseaba continuar, él los miraba y asentía con la cabeza –muy convencido, por cierto–. Quizás por actitudes como esta, los que lo siguieron e hicieron del ciclismo un arte, creen seguir viendo, después de cada entrenamiento, a su líder perdiéndose entre las calles con su bicicleta y una sonrisa posando sobre su rostro.

¡Felicitaciones Hugo Quintino por abrazar el deporte como una filosofía de vida que promueve el compañerismo, la solidaridad y el bienestar social! Tus huellas tienen su merecido lugar en el Museo Virtual del Deporte de Freyre. Gracias Erica Botta, por suministrar información valiosa para poder construir esta historia.

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