Su historia
Nacieron del mismo árbol y aunque sus ramas crezcan en diferentes direcciones, sus raíces siempre los mantendrán unidos. Esta frase retrata con precisión quirúrgica la vida de los hermanos protagonistas de este relato. La aventura escrita de hoy, tiene como norte a un tridente deportivo, compuesto por tres hermanos que comparten una pasión: el fútbol. Sus respectivas historias de vida se caracterizan por una intensidad innegable y por un sentimiento comunitario que, aunque se quisiera esconder, brillaría. De esto no quepan dudas. Las tristezas y cualquier circunstancia negativa para estos hermanos se acaban cada vez que suena el silbato de un árbitro y la pelota de fútbol comienza a rodar. Eso sí, es necesario aclarar que no sólo de fútbol vive el hombre, sino también de historias que se roban la película cada vez que un equipo sale a escena. Nos estamos refiriendo a los hermanos Trossero: Javier (nacido el primer día de noviembre de 1972, en Porteña); Daniel Ovidio Trossero (nacido el 28 de julio de 1974, también en la vecina localidad de Porteña) y Martín Gabriel Trossero (alias "Troser") que vio la luz de este mundo el día 27 de marzo de 1984, en la ciudad de San Francisco.
Los tres trabajan en Manfrey. Los hermanos se completan con “Laurita”, la mujer del equipo, quizás la más mimada y protegida del grupo familiar. Sus padres: Gladys Ledesma y Ovidio Trossero, dejaron físicamente este mundo hace un tiempo, pero desde alguna estrella los acompañan a los cuatro y aplauden cada gol, cada gambeta, cada evento de felicidad de los cuatro y cada pase de los tres futbolistas...
Criados en una casa con aroma a fútbol, con botines, medias, camisetas y pantaloncitos esparcidos por el hogar, Javier (el mayor) llevaba a Daniel en su bici -cuando eran niños-, a jugar al fútbol. Siempre se juntaban a patear en la popular "canchita del cura". Martín veía jugar a su hermano Daniel y quería ser como él. Deseaba ser veloz, delantero y hacer goles. ¡Muchos goles! Por entonces siempre estuvieron acompañados por sus padres que los seguían a todos lados.
En esta hermosa familia de cuatro hombres y dos mujeres, se hablaba, se miraba y se respiraba fútbol muchas horas diarias. En ese terreno, el amor por la redonda germinó rápidamente. Los tres hermanos tienen hijas mujeres; y ellas prefieren muñecas en vez de botines. Los tres se ríen y contienen su deseo de comprar botines, pelotas y canilleras. Sus hijas no eligen el fútbol que a ellos tanto los apasiona, pero esto no impide que el tridente comparta momentos en los que la vedette es la pelota.
No pueden seguir la tradición de llevar los sábados a sus hijas a la cancha para que jueguen, pero llevan ese deporte en la sangre y lo transmiten en cada charla, en cada latido. Daniel a sus alumnos de una de las categorías del club 9 de julio que dirige, les transmite el amor por el deporte. En las juntadas familiares o grupos de whatsapp de hermanos no puede faltar la discusión sobre fútbol, pero una vez terminado el tema, siguen dialogando como si nada hubiera pasado. El fútbol les regaló muchísimos amigos.
Martín, el más pequeño de los hermanos, expresa con vehemencia su deseo de tirar caños y gambetas en un campo de juego, hasta que la muerte lo visite. Es delantero; posee buen manejo del balón, es zurdo; es un enganche distinto, un lírico atrevido que puede vulnerar las marcas más ásperas con lujosas jugadas y una sonrisa en su rostro. En los partidos más adversos, el talento de Martín se potencia. El deporte es su cable a tierra. Cuando jugaba en las inferiores del 9 y hacía un gol, el profesor Maciel Vottero lo llevaba a tomar una gaseosa al bar. Este fue durante muchos años el mejor premio para un niño que soñaba con una pelota todas las noches.
Daniel, el goleador y hermano del medio, este año cumplió su sueño vinculado al fútbol. Viajó al mundial de Rusia para ver jugar a Lionel Messi. Lo miró embobado. Miró cómo se ataba los cordones, cómo hace simples las jugadas complejas, y cómo se escapa de los defensores como un verdadero escapista. Daniel fue el dueño de las piernas más veloces de la Liga Norte. Sus excesos de velocidad en el campo de juego fueron una pesadilla para los defensores que lo corrían –sin chances– desde atrás. Hizo goles con la camiseta del 9 de Freyre y también con la del 9 de Morteros y la de Centro de Brinkmann. Además jugó en la Liga de las Colonias.
Javier, el mayor de los tres, es un estratega nato, tanto como jugador como organizador del equipo de fútbol de mayores (veteranos). Como futbolista ocupa el rol de mediocampista, asistiendo a los delanteros para que convirtieron goles en los arcos rivales. Es quien aporta esa pausa necesaria en cada partido para que se acomoden las piezas de su equipo en el tablero de césped. Siempre es posible verlo llevar la pelota al ras del piso, y dar pases seguros a los compañeros mejor ubicados. En el plano organizativo, cumple un rol irremplazable para los futbolistas veteranos de su equipo. Es quien se ocupa de cada detalle: compra las camisetas, organiza los partidos y también se encarga de que falte asadito reparador, luego de tantos piques, y gambetas.
Los tres comparten el fervor por la camiseta del 9 de Freyre. Los tres son fanáticos del fútbol, aunque no son hinchas del mismo club (Javier y Martín son de River) y Daniel es de Vélez). También, los tres tienen ídolos y en este aspecto también sus gustos han ido por caminos diferentes. Para Javier su referente es Enzo Francescoli, para Daniel es Lionel Messi y para "Martincito" es Ariel Ortega. No hay dudas de que en su vida actual hay personas que marcan, orientan y motivan su presente. Para Javier, su esposa Chany y sus hijas Julieta y Lucía alumbran sus días .Para Daniel sus hijas Agostina y Valentina y su pareja Daiana (quien está a días de darle su tercera hija Alfonsina), y para Martín las perosnas más valiosas son: su hija Mía, sus grandes amigos que lo han acompañando incondicionalmente (Mario Ochonga, Sergio Espinoza, Tito Cerutti, Andrés Armando, Hernán Baudo, Emilio Gallo, Rodrigo Peretti , Andrés Colombo, Pablo Secrestat, Marcos Musso e Iván Ambroggio, entre otros), ya que su personalidad y afecto lo hacen muy querible. Para el tridente del gol, la familia es el pilar fundamental. La cohesión familiar es la fuente de satisfacción de todo el clan.
Los inicios deportivos se remontan a potreros, "canchitas" de barrio, Baby Fútbol y el club 9 de Julio Olímpico. Javier empezó a los 7 años, "Dani" a los 8 años y "Martincito" a los 5.
Para Javier, el mayor atributo de un deportista es la educación y la conducta (social y deportiva). Para Daniel, el tesoro más valioso son los amigos que ha cosechado gracias al fútbol. Y para Martín, haber encontrado en el deporte una motivación saludable y personas que acompañan sus pasos en la vida. Javier debutó en la primera del 9 de Freyre en el año 1993; Daniel en 1991(a los 16 años) en la cancha del 9 de Freyre. Martín lo hizo en el año 2000 (también a los 16 años) también con la camiseta de su querido 9 de Freyre. Javier disfruta del juego ordenado.
Para Daniel su mayor satisfacción fue poder cumplir el sueño de jugar con su hermano Martín, en primera división.
Martín, el “10” del "9", como lo llaman, en un partido contra el 9 de Morteros, recibió una pelota con el pecho, la bajó en fracciones de segundos, y la dejó lista para que su zurda mágica la trasladara unos metros, pasara la mitad de la cancha, y sacara un remate que voló tendido, acarició el travesaño y se estrelló contra la cara interna de la red. El árbitro se le acercó, le dio la mano, lo felicitó, le mostró el reloj, (eran los 45 minutos del segundo tiempo) y le dijo: “¿de qué planeta viniste nene?”.
Pero como la vida no se compone únicamente de momentos lindos; los tres hermanos son expertos en resiliencia, en intentar de ser felices aún con ausencias, con pérdidas y dolores que les ha tocado vivir. Ese es el partido más difícil que jugaron y que juegan cada día. Hay ausencias que duelen pero en honor a los que guían el camino desde otras latitudes, ellos le ponen el pecho a la vida. Cuando la familia Trossero perdió a sus progenitores, el dolor se apoderó naturalmente del hogar. El partido posterior a la pérdida de la madre de los cuatro hermanos, que disputó el 9 de Freyre, el equipo se solidarizó y salió a la cancha con brazaletes negros para acompañar en el dolor a sus compañeros, quienes desde afuera del campo de juego también sintieron el apoyo incondicional de su papá, su hermana, sus mujeres, hijos, y amigos. La contención brindada por el plantel es algo que quedará en la memoria de los Trossero para siempre. Porque justamente la fuerza del afecto, constituye el coraje necesario para enfrentar las piedras y los tropezones de la vida. Siempre es satisfactorio saber que hay gente dispuesta a tender una mano para levantarnos y contenernos. En el terreno deportivo, como todos los deportistas, los tres hermanos disfrutaron triunfos y padecieron derrotas. Las caídas más dolorosas en el fútbol fueron diferentes para cada uno.
Javier recuerda un partido contra La Francia (en 1993), en el que perdieron 1 a 0 y salieron sub campeones. Daniel no olvida una derrota contra Porteña –el clásico rival–. Martín tiene presente cada uno de los partidos en los que se volvió triste a su casa porque las cosas no le salieron como quería. No obstante, su optimismo nunca derrotado rápidamente sale a escena, toma el protagonismo y espera el próximo partido para cambiar su insatisfacción por goles, gambetas y magia.
Martín recuerda un episodio cuando se fue a probar a Instituto de Córdoba. Las pruebas eran intensas y las marcas eran bien ásperas. Se acuerda que le erró el colectivo que debía tomar para trasladarse desde barrio Alberdi hasta Alta Córdoba, pero tuvo suerte porque el cole lo dejó cerca de la cancha. Recuerda también que el defensor rival que lo marcaba en el primer entrenamiento –y que usaba la camiseta número 5– no le dejó un rincón de ambas pantorrillas sin golpearlo. En un momento harto de las patadas que había recibido, desparramado en el césped tras recibir un rodillazo, agarró la pelota con ambas manos, se paró y le dijo: “Ey hermano, ¿cuánto más querés pegarme? Ya me pegaste una patada de cada color en las dos piernas. ¡Aflojá un poco, esto no es una guerra; somos todos compañeros”. El defensor rápidamente reflexionó, le pidió disculpas y el partido siguió sin sobresaltos y sin golpes innecesarios. Cuando terminó el partido, los viejos rivales se convirtieron en amigos.
Cuando se ponen serios y opinan sobre lo que no les gusta del fútbol o qué cambiarían, Javier expresa su preocupación por la violencia y las peleas en las canchas. Para Daniel las lesiones ocupan un lugar importante, quizás porque padeció la rotura de ligamentos cruzados que lo dejó seis meses afuera del fútbol. Para Martín, todo es lindo en el fútbol, porque dice que este deporte alegra los corazones de millones de argentinos cada fin de semana.
También en las charlas entre hermanos no faltan los recuerdos de los triunfos logrados. En el curriculum deportivo de Javier sobresalen: Campeón en el Baby (1982-1983); Campeón Juvenil(1988); Sub Campeón Primera (1983); Campeón Fútbol Senior (2002-2003); Campeón Liga Independiente (2015).
La historia futbolística de Daniel delata lo siguiente: Campeón con el 9 de Morteros (1996-1998); Absoluto(1998); Argentino B(1995).
En los botines de Martín cuelgan los siguientes pergaminos: campeón en inferiores del 9 de Freyre; campeón con el plantel de Ramona; campeón y goleador con el plantel de Bauer y Sigel.
En la actualidad los tres siguen haciendo rodar la redonda: Javier lo hace en la Liga independiente; Daniel entrena una categoría de las divisiones inferiores del 9 de Freyre y cuando tiene un sábado libre, juega en la Liga independiente. Martín juega para Leyton (Liga Independiente).
Los tres jugaron juntos, luciendo y defendiendo con orgullo la camiseta celeste y blanca de su amado 9 de Freyre, en fútbol Senior o Mayores. Esta es la Historia de tres hermanos unidos por una pasión que no necesitaron alas para volar. Con dos pies y una pelota fue suficiente.