Javier Casalis - "Raquetas inmortales"

Su historia

Corría el año 1971. Ya había muerto el invierno y arribado la primavera. En pleno auge de esta estación, Javier Juan Casalis, llegaba a este mundo. Nació en Freyre, el 16 de octubre. El llanto de un niño, acompañado de una espontánea mueca hizo incontenible la emoción de sus padres, Irma y Carlos.

Rápidamente, la calle, el barrio y los amigos hicieron que el extenso nombre original se redujera a seis letras: “Javito”. Este apodo lo acompaña hasta el día de hoy. Las docentes que lo tuvieron como alumno afirman que siempre fue un niño introvertido pero muy inteligente. Aprendía rápido a reconocer su alrededor y hablaba lo justo y necesario. Una frase pintada en un antiguo y deteriorado muro, en una ciudad española, dice: “Las personas tardamos tres o cuatro años en aprender a hablar y el resto de la vida en aprender a callar”. Javito, en su infancia, ejercitaba el silencio, la sobriedad y la prudencia al extremo. La misma conducta replicaba cuando practicaba deportes. Era un poco vergonzoso, se sonrojaba si había mucho público presente, pero esto no le impedía disfrutar el tiempo de juego con sus amigos.

Descubrió su pasión en el tenis, el día en que un compañero del barrio apodado “El Cordobés”, le dijo que iban a comenzar las clases de tenis en el Club 9 de Julio. Ese día fueron juntos. Un mundo de nuevas situaciones y emociones los esperaba. Desde entonces Javito inició una relación con la raqueta y las pelotitas amarillas, que perdura hasta hoy.

Javier se tomó muy en serio la práctica deportiva. No faltaba a ningún entrenamiento. Pasaba muchas horas en las canchas del 9, en el garaje de su casa y en el patio perfeccionando sus golpes. Lo hacía los días de lluvia, de calor y también cuando hacía frío. En su concepción, el deber prevalecía sobre el estado del tiempo. Leía libros alusivos a la historia del tenis, se interesaba especialmente por las biografías de los campeones de la disciplina, los torneos más convocantes, los modos de entrenamiento, las tácticas, y un extenso etcétera.

Con el paso del tiempo, comenzó a participar de encuentros y torneos, tanto en singles como en dobles, con triunfos que disfrutaba y derrotas de las que aprendía para luego regresar mejorado al polvo de ladrillo y pisarlo con mayor firmeza. Este hábito le obsequió grandes satisfacciones. El tenis se convirtió en su escuela de aprendizaje constante, y él exhibía en cada saque, y en cada volea, ser un alumno aplicado. Siempre supo que el talento es importante pero también siempre le confirió seriedad e importancia a la preparación física y a la técnica. Javito logró combinar destreza y constancia, y eso lo advirtieron y padecieron rápidamente sus rivales. Cuando este gran deportista freyrense comenzó a trotar por el mundo del tenis, todo se hacía a pulmón. En su memoria almacena imágenes de cuando ahorraba dinero para poder comprarse raquetas y pelotas, para viajar a los torneos, para pagar la cuota societaria, para comprarse indumentaria y, en definitiva, para representar al club y su querida localidad de la mejor manera posible.

Javier recuerda que lo más costoso era reemplazar el encordado de la raqueta (duraba no más de 5 días de entrenamiento). En más de una oportunidad, tuvo que recurrir a una segunda raqueta de madera o aluminio. A fines de la década de 1980, comenzó a practicar también pádel (deporte que por ese entonces revolucionó el deporte mundial). Participó en numerosos torneos en toda la región. Su técnica, altura y movilidad de piernas, eran valores agregados difíciles de contrarrestar para quienes debían enfrentarlo. Ganó varias docenas de torneos y en cada nuevo torneo renovaba y mejoraba su juego. En Freyre, en esos tiempos, funcionaba el complejo de Pádel “El Túnel”. El nombre de Javito, siempre encabezaba el ranking, lo que lo convertía en un referente indiscutido de este deporte de paletas, pelotas y paredes.

En el terreno del tenis, Javier también cosechó muchos logros y hermosas anécdotas, durante 12 años continuos de competencia.

Ganó muchos torneos regionales de tenis en single y dobles, recibió premios muy caros a sus sentimientos, como por ejemplo, la medalla al deportista del año que le otorgó el Club 9 de Julio de Freyre.

Su mejor hinchada siempre fue su familia. Sus padres, en un comienzo, y luego su esposa, Vanina, y sus hijas Antonella y Agostina, que lo alentaron sin pausa. Poder compartir estos momentos con sus seres queridos, es la mejor recompensa para él. Con su familia suelen conversar a menudo, sobre los gratos recuerdos que el tenis le regaló. Javito siempre resalta su cariño y agradecimiento al club 9 de Freyre, del cual es hincha acérrimo, incluso más que de Boca Juniors (esto ilustra su sentir).

En sus relatos destaca siempre al entrenador Julio César “Joao” Galeassi, de quien aprendió sobre tenis y sobre la vida. También expresa especial aprecio por el grupo de deportistas locales con quienes compartió horas, días, meses y años de tenis, además de los hermosos momentos vividos fuera de las canchas.

Javier desde niño programó su mente y su cuerpo para cumplir un sueño: jugar al tenis. ¡No quepan dudas que lo logró! Si bien nunca pudo conocer su techo deportivo, tuvo la satisfacción de ser profesor de muchos niños y jóvenes en la Escuela de Tenis del club local, y retribuir de este modo lo que el club le había brindado. También participó de la Escuela de Profesores de Tenis “Alejo Russell” en Buenos Aires, una institución que formó a cientos de profesores a lo largo y a lo ancho de la Argentina.

Una anécdota que siempre recuerda, es haber asistido a una exhibición de tenis del gran Guillermo Vilas. Cuando el evento finalizó, su ídolo le firmó la gorra blanca que usaba ese día. Reproduce sonriendo una frase que Vilas le dijo: “pibe, cuando llegues a tu casa, dile a tu mamá que borde la firma, porque si no la tinta se borrará con el tiempo”. Está claro que ni la firma, ni el gesto, se borraron, ni se borrarán.

En la actualidad, Javito ve tenis en todas las plataformas digitales. Observa los partidos con mirada aguda y análisis crítico –con el mismo entusiasmo con el que leía libros y revistas en sus inicios en el tenis–. Nunca se escucharon sus pasos alejándose del tenis, y es probable que jamás se escuchen, ya que este vínculo tiene bien claro la fecha de origen pero carece de expiración. Algo similar sucede con las raquetas, porque para Javito son inmortales.

¡Felicitaciones Javier Casalis, por transitar por el deporte construyendo puentes sólidos de amistad, aplicando y enseñando respeto, constancia y responsabilidad! Tu legado amplía y exalta las páginas del deporte local y se hospeda en el Museo Virtual del Deporte de Freyre.

Escuchá a nuestros homenajeados