Su historia
Javier Gustavo Kudelka nació en Freyre el 29 de julio de 1967. Por entonces, en nuestro país, la banda “Los Gatos” musicalizaba el ambiente con la canción “La Balsa”, un hit del rock argentino, que marcó una época y que generaciones enteras siguen tarareando.
“Tengo que conseguir mucha madera…”, cantaba de modo inmejorable Litto Nebbia. Estas palabras vienen como anillo al dedo para adentrarnos en la historia deportiva del protagonista que nos compete. Javier Kudelka es de buena madera. Fue forjando su carácter y su personalidad con las enseñanzas de sus padres Ensidey y Edelmida y el tiempo compartido junto a su hermano Frank Darío.
Desde pequeño mostró destrezas que ponían de manifiesto su amor por el deporte. Levantaba objetos pesados, nadaba como un adulto, le gustaba jugar a la pelota con sus pies y también con sus manos. El Club 9 de julio olímpico de Freyre fue su segunda casa durante su infancia y parte de su adolescencia. Practicó patín artístico, natación, fútbol, básquet, pádel y tenis, admirando el desempeño del gran Guillermo Vilas.
En su memoria, Javier atesora las tardes de largas charlas y gaseosas compartidas con los amigos de entonces, hasta que el sol se escondía en el cielo, y la noche salía a escena. Al cumplir 18 años, comenzó a estudiar educación física en la ciudad de Santa Fe. Combinaba el estudio con las prácticas de tenis y pádel. Al terminar el profesorado, realizó el curso de tenis inglés en la ciudad de Rosario para luego dar clases en San Vicente.
Siguió la ruta del conocimiento. Se especializó con diversos cursos, en preparación física, lo que devino en cuantiosos trabajos en las inferiores del Club Unión de Santa Fe, hasta que en el año 2002, su hermano Frank asumió la dirección técnica del plantel de primera y lo acompañó como preparador físico.
Fue una experiencia muy linda que le permitió plasmar todos sus conocimientos en el terreno deportivo concreto, con el plus de poder compartir momentos memorables, charlas y discusiones constructivas, con su hermano. Tiempo después, los caminos de los hermanos se escindieron. Javier siguió su rumbo preparando físicamente a los planteles del 9 de Freyre y equipos de la Liga Rafaelina de Fútbol.
En 2011, despertaron en Javier unas ansias enormes de seguir andando el mundo del deporte hacia nuevos horizontes y otras disciplinas deportivas. Quizás, este deseo lo tenía en su cuerpo, desde la década de 1980, cuando veía el programa de televisión “El deporte y el hombre”, conducido por Pancho Ibáñez. En ese ciclo televisivo abordaban el universo deportivo desde una perspectiva educativa y didáctica. Fue un programa de mucha calidad, en el que se destacaba lo mejor del deporte., porque no enfatizaba en los resultados, sino en las historias de personas de carne y hueso, que con esfuerzo, constancia y dedicación lograron mejorar su calidad de vida. La pantalla exhibía al que llegaba primero pero también al que llegaba mucho tiempo después, pero contento por haberse superado a sí mismo, cuando cruzaba la meta. Era una óptica tan diferente como interesante, que emergió con fuerza y que consistía, en mirar al deporte como herramienta de integración social, educación y crecimiento personal. En ese programa, su conductor inmortalizó la frase “todo tiene que ver con todo”, aludiendo así, al carácter multidimensional de la vida de una persona. Javier quedaba deslumbrado por las proezas de los deportistas y soñaba que algún día podría replicarlas en carne propia. El tiempo pasó, el joven creció y el destino jugó sus naipes...
En 2011, con 47 años de edad, Javier comenzó a practicar deportes más exigentes en lo que atañe a la fortaleza física y mental de las personas. Sentía que era momento de equilibrar su espíritu inquieto con los años transcurridos desde su fecha de nacimiento, y prepararse con paciencia pero sin pausa, para estar a la altura de los nuevos desafíos que irían apareciendo en su vida.
Durante 10 años -desde que tomó la decisión de incursionar en este desafiante terreno- participó en maratones, competencias de natación en piscinas y aguas abiertas, duatlones (atletismo y ciclismo) y triatlones (atletismo, ciclismo y running). Sus piernas, brazos y mente demostraron estar en sintonía plena, durante los eventos deportivos en los que dijo presente. Sudó y se esforzó con un objetivo bien claro y concreto: competir en el próximo Ironman que se realice en la República Argentina. Vale aclarar, para quienes no conocen en qué consiste esta disciplina, que el Ironman es considerado uno de los deportes más duros que existen en el panorama competitivo internacional.
Comprende una serie de carreras en las que los participantes tienen que cubrir 3 distancias: 3,86 kilómetros de natación, 180 kilómetros de ciclismo y 42,2 kilómetros de carrera a pie. Esta actividad, de alguna manera, constituye la fusión de las diversas disciplinas para las que se fue preparando a lo largo de su vida, con tanto esmero.
Javier mantuvo y mantiene una conexión permanente con el deporte. La felicidad que éste le propina, corre por sus venas al ritmo del mejor maratonista. No quepan dudas que este gran deportista freyrense hizo honor a las enseñanzas de sus padres, quienes le inculcaron que nunca abandonara la lucha para alcanzar sus sueños. Javier es una persona con voluntad de hierro; un todoterreno que pudo sortear los diferentes paisajes de la plataforma deportiva, disfrutando también sus logros y la camaradería con sus pares.
Cada mañana, el espejo y la vida le devuelven la imagen de un hombre de contextura fuerte y de corazón noble, con una hermosa debilidad, que a su vez es su máxima fortaleza: el amor de su hijo Lautaro.