Su historia
Después de la segunda Guerra Mundial, comenzó la Guerra Fría entre Estados Unidos y la entonces Unión Soviética, que duraría hasta 1991, cuando se produjo la implosión del país euroasiático. Durante ese extenso lapso de tiempo, ambas potencias se disputaron ideológicamente el territorio mundial y también el espacio. En 1957 la U.R.S.S. puso en órbita la primera nave espacial construida en la Tierra,luego puso en el espacio el Sputnik 2 con el primer ser vivo: la perra Laika. Estados Unidos respondió en 1969,cuando se adjudicó el primer arribo de seres humanos a la Luna.
Varios años después de estos acontecimientos, la localidad de Freyre, situada en el centro de la República Argentina, luego de padecer un cimbronazo emocional que generó un profundo dolor colectivo, en 2011 comenzó a tener una estrella que guía a su pueblo y supervisa el vóley, desde el cielo. La estrella en cuestión, se llama José Luis Brussa, alias “el Colo”. Nació el 18 de diciembre de 1962, hijo de Teresa Ida Giarda y Edsel Juan Domingo Brussa. Cuando era niño, el Colo disfrutaba jugar, callejear y hacer algunas travesuras con sus hermanos Edsel e Ivana. Los tres compartían el amor por los deportes y por asistir al Club Atlético 9 de Julio Olímpico.
En su juventud, el Colo se casó con Claudia Frola. Tuvieron dos hijos: Mauro y Bárbara. El deporte siempre los acompañó y se las ingenió para hacerse un lugarcito en la diaria familiar.
El Colo perteneció a una generación local que inició su caminar por el mundo del vóley, en el Instituto Mariano Moreno. Si bien sus primeros pasos los dio en otras disciplinas como tenis y básquet, y tenía muchas condiciones para el fútbol, cuando conoció el vóley quedó encandilado y decidió incursionar intensamente en su práctica. Se abocó de lleno a entrenarse técnica y físicamente. Consideraba que en este deporte tendría más oportunidades por una cuestión organizativa. Por esta razón decidió saltar a este deporte de rodilleras, remates y una pelota yendo y viniendo por encima de una red alta.
Desde los comienzos sus entrenadores y compañeros lo definieron como un deportista fuerte mentalmente, muy competitivo, y con un salto extraordinario -quizás adquirido en el básquet- que sin dudas constituyó un valor agregado fundamental en su performance. Era dueño de cuantiosas destrezas deportivas y de sólidas condiciones actitudinales.
El Colo defendió las camisetas del Instituto Mariano Moreno de Freyre, luego integró el equipo del Departamento Municipal de Deportes local, y posteriormente se puso la casaca del Club Atlético 9 de Julio Olímpico de Freyre (lo que siempre había anhelado hacer). Integraba un pequeño grupo de jugadores compuesto por Alejandro Gaitán, Sergio Grosso, Gabriel Vega, Roberto “Tobeto” Rittiner y él. Eran piezas de un mismo engranaje.Juntos jugaron para Alumni de San Francisco, para Sportivo Santa Clara y para Atilra de Freyre. Luego defendieron los colores de su querido 9 de Freyre, club del cual el Colo fue hincha, jugador y dirigente.
Cuando jugó en la Federación Cordobesa de vóley, ya no se disputaban más los torneos argentinos a nivel selecciones, si no seguramente hubiera sido convocado. Lo conocían en toda la zona. Su nombre sonaba hasta en Villa Trinidad. Usaba la camiseta número 4. Lo apodaban “El Gran Capitán”. Jugaba de punta, es decir en las posiciones 4 y 5. Su temperamento sobresalía. Tobeto Rittiner, su amigo, compañero de equipo y reconocido entrenador de vóley expresa que el Colo no era un gran defensor en términos técnicos, pero tenía una garra impresionante, nunca se rendía, y jamás dejaba de intentar mejorar. Era un perfeccionista nato. Contagiaba ganas, era un jugador que siempre iba al frente. Cuando abundaban adversidades o las cosas no salían acorde a lo planeado, el Colo siempre avanzaba, afrontaba partidos y situaciones complejas. Lo hacía con serenidad y respeto, alimentado con la firmeza de sus convicciones. No se guardaba nada. Su comportamiento era una arenga permanente para sus compañeros. Era el capitán, por sus distinguidas habilidades deportivas pero principalmente por razones positivas de su personalidad. Todos los escuchaban, se identificaban con sus visión de las cosas y lo seguían. Un típico caso de liderazgo carismático. Tobeto confiesa que el Colo jugaba mejor enojado que tranquilo, razón por la cual, solían hacerlo engranar para potenciar su rendimiento, lo que producía, como efecto directo, un mejor desempeño colectivo.
En el currículum deportivo del Colo, aparecen interesantes datos. En la categoría “masculino no federado” obtuvo muchos buenos resultados. Su equipo, el 9 de Freyre, se mantuvo muchos años invictos. En su época de jugador, solían viajar a disputar torneos abiertos para no federados a Santa Fe y Entre Ríos. El Colo se consagró campeón de la provincia en el vóley federado, en el año 1992/93, siendo miembro del plantel de primera división del primer club del interior provincial, que ganó el torneo (hasta entonces siempre lo habían ganado clubes de la capital). El 9 de Freyre enfrentó a clubes de la talla de Banco Provincia de Córdoba, Suquía, Instituto Manuel Belgrano, todos muy conocidos en primera división.
El Colo, también ganó muchos torneos jugando para el Departamento Municipal de Deportes de Freyre, en la Liga de San Francisco. Y durante varios años fue elegido el mejor jugador de la Liga. Llegó a jugar en la Liga Nacional de Varones el período 91 /92, con la camiseta del 9 de Freyre.
Donde jugaba era muy reconocido por su juego y por su fisonomía. Era un deportista fácil de detectar por su color de cabello, además de su salto, su fuerte remate y la regularidad en su notable nivel de juego. Era habitual escuchar a jugadores rivales, expresar: “En Freyre nos ganan siempre; hay un colorado que es una máquina, nos revienta a pelotazos, nos abolla los brazos y se cansa de hacernos puntos”.
Como dato de color, que complementa lo deportivo, creo oportuno resaltar un hobby que tenía el Colo. Junto con Sergio Grosso, Alejandro Gaitán, y Tobeto Rittiner compraban autos para ir a cazar y para viajar a jugar al vóley. Primero adquirieron una estanciera, segundo un Fiat 1100 y posteriormente compraron quizás el auto más emblemático del vóley local: un Ambassador, un auto de dimensiones enormes, que previamente había sido usado para sepelios. Con este automóvil realizaron viajes a Rosario, Concepción del Uruguay, y cruzaron el túnel subfluvial, teniendo siempre al vóley como destino principal y protagonista.
En el ámbito del deporte, lo definen al Colo Brussa, como una muy buena persona, un tipo correcto, solidario con los planteles masculinos y femeninos, un jugador apasionado, un dirigente racional y una persona muy involucrada con el deporte. El Colo fue, desde niño, un asiduo concurrente al club. Tenía asistencia perfecta a la pileta. Pasaba horas rodeado de amigas y amigos.
Tobeto Rittiner lo definió, en un emotivo artículo publicado en la Revista Usted hace años, como “El incondicional”, en alusión a su enorme generosidad. También lo recuerda como el ejemplo del cuidado que debe tener un deportista, como “El caudillo”, “El capitán”, alguien que luchó dentro y fuera de las canchas para afianzar un deporte hasta entonces poco popular, en nuestro club y en nuestra localidad. Rudy Cerutti, también en una nota, se refirió al Colo de esta manera: “Era el jugador estrella, el que remataba como nadie, el que dejaba sangre sudor y lágrimas en la cancha. Compartimos asados, guitarreadas, discusiones, y me honró con la amistad de su familia”.
No quepan dudas que el Colo es una bandera siempre vigente del vóley local y regional, un tipo que vivió como pensó y sintió. Lamentablemente falleció el 10 de junio de 2011, pero para el deporte siempre sigue ahí, como un estandarte digno de imitar.
Hoy en el año, 2020, mientras Estados Unidos y Rusia siguen midiéndose y compitiendo por sus avances en la Tierra y en el espacio, Freyre tiene una estrella que parpadea todas las noches en el cielo y guía el caminar de sus deportistas. Esa estrella, repito, se llama José Luis Brussa.