Julio Varela - 9 de mi corazón

Su historia

En esta oportunidad, nuestro homenaje es para una persona que dedicó su vida al trabajo, alguien que constituyó una familia entre canchas, pelotas, niños, adolescentes, dirigentes y profesores. Nos referimos a un vecino que fue una pieza fundamental en una de las instituciones más importantes de nuestra localidad: el Club 9 de Julio Olímpico. Alguien que no conoce de horarios ni feriados, cuando de colaborar se trata.

El Señor Julio Varela acaba de jubilarse y, por tanto, la situación amerita y exige efectuar un repaso por su vasta trayectoria para que todos los freyrenses conozcan su legado. Es preciso aclarar, para no generar falsas expectativas, que seguramente pasaremos por alto algunos momentos épicos, debido a que la extensa labor desarrollada por Julio en el Club, nos llevaría décadas y millas marinas de tinta, para poder retratar una porción de su andar por el mundo del deporte. Esta debilidad, lejos de entristecernos, nos enorgullece como freyrenses, porque no abundan en el mundo, historias de vida tan nutridas, en términos de solidaridad, para exhibir. La hoja vital de Julio es inagotable y es digna de ser recorrida, con respeto y en silencio, por todos los freyrenses. Es un placer navegar por tantos sucesos que evidencian amor por el deporte, por los niños y por un Club. A Julio, los colores del “9” le circulan por las venas. No hay día que no hablé de “su” querido Club, porque así lo siente, propio, como una parte de su cuerpo.

Los mates siempre fueron la excusa perfecta para entablar charlas profundas con los técnicos. Su historia es simplemente magnífica. Se caracteriza por la entrega incondicional, el servicio, y la vocación. Julio es el hincha número 1 del “9”. Nadie puede demostrar más proximidad con el Club, que él y su familia. Literalmente vivieron en el interior del “9”, y crecieron juntos, como familia y como institución. Julio estuvo siempre, en las buenas y en las malas. Todos los deportistas hallaron en él, un confidente, un amigo.

Pero remontémonos al momento en el que Julio y el Club, se abrazaron por vez primera de manera oficial. Fue en octubre de 1977, cuando Julio comenzó a transitar un camino que sin imaginarlo, lo llevaría a construir una vida vinculada al deporte. Todo comenzó en una edición de la Fiesta Nacional del Sorgo. Por entonces, Julio realizaba trabajos aislados de albañilería y mantenimiento. Nunca imaginó que a partir de ese preciso momento, el destino haría que su vida comenzara a rodar por un sendero repleto de pelotoas y camisetas. Luego del importante evento y merced a sus habilidades en oficios demostradas, Julio continuó trabajando en la institución deportiva de Freyre, ubicada en la calle 25 de Mayo, hasta que el 1 de enero de 1978 quedó como empleado efectivo. Vivió durante tres años en la casa que estaba situada al lado de la cancha auxiliar. En ese mismo año contrajo matrimonio con María, una mujer incondicional y fundamental en su travesía vital. Tuvieron tres maravillosos hijos y juntos trabajaron, soñaron, crecieron, superaron adversidades, priorizando y velando por el bienestar de los suyos y de todos los que disfrutaban las instalaciones del “9”. Julio y su familia también vivieron en una casa que estaba ubicada al lado de la pileta. Allí, los goles del “9” siempre se vivieron “en vivo” y se festejaron sin mezquinar gritos ni abrazos.

El rol de Julio en el Club tuvo que ver con tares profundas. Hizo mucho más que mantenimiento de las instalaciones. Supo llegar a los más chicos, supo inculcarles valores a varias generaciones, recibió en su casa a profesores, directivos y padres, a quienes los hizo sentir parte de su familia. En su hogar, se celebraban los triunfos y se digerían las derrotas más amargas. Supo combinar dedicación y amabilidad, a lo largo de su estadía en el club.

Siempre trabajó subordinado a las diversas subcomisiones, preparando lo que necesitaran, en tiempo y en forma, para que se pudieran practicar todas las disciplinas de la mejor manera posible. A partir del año 2000, la planificación y la organización de las tareas quedaron en manos del Secretario del Club, de la Comisión Central y de la Asociación Mutual 9 de Julio Olímpico.

Los tres hijos de Julio y María: Mauricio, María Laura y María Elisa, llegaron a sus vidas para cambiarlas por completo. Colmaron de felicidad cada rincón de la casa y cada minuto de sus padres. Los tres niños se criaron entre profes, juegos, risas, escenarios y canchas. Sus padres siempre estuvieron presentes en su caminar por la vida. Quienes pasaron por el Club, sienten un gran respeto y afecto por la familia Varela. “Ellos siempre estaban ahí, oficiaban de anfitriones y hacían que todos se sintieran cómodos y felices”, expresa un ex dirigente del Club que recorre el club hace más cinco décadas.

Julio se fue ajustando a las ideas y directivas de las distintas Comisiones, comprendiendo que cada grupo humano tiene su punto de vista, sus prioridades y sus formas para llevar adelante sus tareas para cumplir los objetivos fijados. Supo adaptarse, entendió cuál era su rol en esa estructura albiceleste y se mantuvo al margen de aspectos que no tenían que ver con su función. Siempre fue una persona arrojada, dispuesta a dar lo mejor de sí a toda persona que pisaba el club. Construyó confianza con la gente y se ganó el respeto colectivo. A Julio y a su familia hace catorce años les tocó vivir una situación trágica a nivel familiar, una de esas situaciones que paralizan, que dificultan hablar de corrido, y que duelen para siempre, pese al paso del tiempo. Unidos salieron adelante y se aferraron a todo lo que les hace bien. Entre esas cosas, sin dudas, está su querido Club. Allí recibieron el afecto popular, el acompañamiento de la gente, y las palabras de amigos que ayudan a amortiguar el golpe. Freyre los abraza y los quiere.

El trabajo en el “9”, ocupó –y aún ocupa– un aspecto crucial en la vida de Julio. Fue su herramienta predilecta de sociabilización con la cual tejió grandes amistades en su largo paso por el club. Ahora, ya jubilado, sigue yendo al “9”, pero lo hace desde otro lugar, y desde esta nueva perspectiva puede apreciar mejor cómo crece la institución que queremos todos los freyrenses.

Querido Julio: por las razones expuestas y las miles que nos faltaron plasmar en este texto, todos los freyrenses te decimos MUCHAS GRACIAS. Este sencillo homenaje pretende ser un reconocimiento a todo lo que le brindaste al club, a los niños, a las familias, es decir, a Freyre. Es importante que los niños y los grandes conozcan tu legado, tu trabajo efectuado por el bienestar comunitario, para que valoren e imiten tu conducta. En tiempos frecuentados por la ilusión del éxito, nada mejor que educar con ejemplaridad.

Ahora te llegó el momento de disfrutar de otra etapa, merecida por cierto. No quepan dudas de que las puertas del “9” se abrirán solas, cada vez que te vean llegar. Tu paso por allí queda guardado para siempre en el corazón de todos.

¡Felicitaciones! Tu nombre ya es parte del Museo Virtual del Deporte de Freyre. ¡Gracias por tanto!

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