Su historia
Norberto Antonio Primo, alias “Beto”, nació en Porteña el 18 de junio de 1958. Este año, la copa mundial de fútbol acontecía en Suecia y acaparaba la mirada de los fanáticos de ese deporte. El certamen finalizó con el triunfo de la selección brasilera sobre la selección sueca y un jugador cuyo extenso nombre se resumía en cuatro letras, “Pelé”, fue el destacado. Beto llegaba a este mundo para coronar el amor de sus seres queridos. Desde pequeño tuvo una particular atracción por la pelota. Todo elemento redondo podía convertirse en milésimas de segundos, en un objeto ideal para desarrollar su juego bonito. Le divertía jugar a ser el crack de su patio, ese sitio hipnótico donde los juegos y las risas eran protagonistas.
A nivel mundial y en Argentina en particular, el fútbol es considerado un deporte hermoso, no sólo por lo que implica el juego en términos estrictos, sino también porque para muchos suele ser la llave de acceso a nuevas oportunidades, que están más allá de los goles y ovaciones.
Sucede que el deporte es una medicina que une, que forja lazos sociales que perduran en el tiempo con la solidez que presentan los puentes más imponentes. Hace que todo lo que puede separarnos se vaya esfumando, y que la cohesión y el espíritu de grupo vaya creciendo y ocupando un lugar central. El deporte nos comunica. El hecho que personas de distintas nacionalidades puedan llevarse tan bien dentro del campo de juego, sin necesidad de pronunciar palabra alguna, evidencia la conexión que perfuma el universo deportivo.
No importa el peso o la altura, no importa la raza o la religión, cuando lo que se hace nace del corazón. El deporte educa, nos fuerza a ser más duros, a jugar por el honor, a luchar con disciplina, a aceptar los triunfos con humildad y las derrotas con grandeza.
Estas premisas y otras, guiaron a Beto Primo en la práctica deportiva pero también se constituyeron como pilares importantes para su vida personal. El mejor equipo para él, fue, es y será su familia. Junto con su esposa Alicia, sus hijos Mónica, Lorena y Emanuel, formaron un “Dream Team”, en el que imperan esfuerzo, constancia, voluntad y amor. Estas peculiaridades fueron cruciales para afrontar toda adversidad que se cruzó en su vida. La familia incorporó tres refuerzos potentes: sus nietos Emiliano y Carolina, y su bisnieto Francisco.
Beto es fanático de Boca Juniors. Disfrutó a más no poder los logros del club de la rivera, del mismo modo que padeció bastante los triunfos de su histórico rival deportivo, en la última década. De todos modos, si tiene que elegir entre festejar un campeonato de Boca o festejar un campeonato del 9 de Freyre, elige esta última opción, sin titubear. Lo vinculan al 9 de Freyre, toneladas de de sensaciones, penas y glorias que formaron su amor incondicional por el club local. Si bien en un principio soñaba con ver a su hijo Emanuel marcando goles a montones para la primera del fútbol de Freyre, luego se acostumbró a gritar y festejar cada tanto que su hijo convirtió en aros de muchas canchas, con una pelota un poco más grande, de color naranja y más saltarina que la número 5.
Sin pensarlo ni proponérselo, un día advirtió que el amor por el básquet había pasado a ocupar el primer lugar, en el podio de sus deportes preferidos. La empatía y la necesidad de ver bien a los demás, es una bandera que Beto enarboló.
Un día asistió a la primera reunión de la subcomisión del básquet de Freyre. Allí encontró a personas con las que compartía la vocación de servicio por el deporte. En ese sitió halló un espacio noble y gente predispuesta para materializar la solidaridad y lograr el bienestar de terceros. Comenzó ayudando a Sergio Villanueva y desde ese momento tuvo asistencia casi perfecta (sobran los dedos de una mano para contar las veces que faltó). En ese grupo, jugó de comodín, esto es, cumplió funciones con eficiencia y compromiso en diversos puestos. Sus compañeros señalan que sus destrezas como integrante de una subcomisión, son similares a las habilidades deportivas de los deportistas que pueden cumplir varios roles dentro de un campo de juego. “Beto es materia predispuesta los 365 días del año”, afirman. Asistía a las reuniones en el club y otras en Morteros. Participaba estoicamente, en los preparativos del buffet, en la venta de números a beneficio, en el traslado de los jugadores, y un etcétera de 200 millas. Su voluntad y compromiso lo llevaron a presidir la subcomisión años más tarde. Eran tiempos de vacas flacas y laureles lejanos, pero pudieron encarrilar al equipo hacia los objetivos deportivos y saborear, posteriormente, los triunfos gloriosos de la categoría sub-19 (en dos ocasiones) y sin lugar a dudas, el campeonato apertura en 2018 y el campeonato provincial de primera división. A esto se sumó el ascenso al torneo federal, logrado el año pasado. Estas metas alcanzadas, aumentaron el capital social de Freyre transcendieron las fronteras departamentales, exportaron el nombre de nuestra querida localidad y potenciaron el sentido de pertenencia.
Cuando les pedimos a sus pares de la subcomisión una apreciación sobre Beto, unánimemente lo definieron así: “excelente persona, amigo de todos, voluntarioso, amante del básquet de Freyre y orgulloso de lucir los colores del patrio. Un laburante del deporte, pero también un dirigente que supo guiar el esfuerzo colectivo para dejar al básquet de Freyre en primer plano, a nivel provincial y nacional.
En 2020 el Básquet de Freyre cumple 25 años desde su regreso a la actividad y sin lugar a dudas, el arrojo de este equipo de jugadores y dirigentes, ocupará un lugar que la historicidad juzgará, sin dudas, con aplausos. Vaya este reconocimiento también para los vecinos y vecinas de Freyre que invierten su tiempo y energías para el deporte siga enalteciendo a nuestra localidad, a través de sus exponentes.