Su historia
Es un placer rendirle homenaje a personas que fueron y son respetadas y que pusieron tanto amor en su labor, que dejaron huellas por doquier. Tal es el caso de “Beto” Rolando.
Nació el 3 de octubre de 1952, hijo menor de tres hermanos y fruto de la unión de Santiago y Olinda, sus padres. “Beto” tuvo una gran infancia, rodeada de amigos y de una gran familia que luchó día a día para brindarle lo mejor a él y a sus hermanos Raúl y Víctor. Con muy corta edad, perdió a su padre, lo que hizo que tanto él como sus hermanos se convirtieran en “los hombres” de la familia y cuidaran a su mamá.
Pasó el tiempo y en plena etapa de la escuela secundaria, “Beto” como muchos otros jóvenes, practicaba atletismo. En la década de 1960, los alumnos del Instituto Secundario Mariano Moreno, deseaban ser parte del equipo de atletismo representando a la institución. ¡Él fue parte! Junto a otros atletas –como Eduardo Trossero, Victor Pignatta, Clemar Olivero, Juan Grangetto, Zusy Rittiner, Hugo Quintino, por nombrar algunos– y siempre bajo la conducción de Adelmo Vanzetti, sorprendieron a la gente de la región con su performance deportiva. Y fue justamente este deporte lo que despertó en Roberto su vocación por la educación física.
Como deportista se destacó en atletismo, en la especialidad “salto en largo”, “salto triple” y “carreras de velocidad”. En salto en largo, obtuvo títulos en torneos en la ciudad de Córdoba y fue ganador en La Rioja, clasificando para un torneo nacional. Con estos factores como impulsores claves, en el año 1970 inició su carrera universitaria, sin imaginar que en un futuro, no muy lejano, el destino le obsequiaría tantos momentos estupendos, tantas anécdotas coloridas, tantas experiencias de vida…
Con mucho sacrificio, siempre puso en primer lugar el aprendizaje y quiso nutrirse de tan importante oportunidad que la vida y su familia le estaban dando. No quepan dudas que lo supo aprovechar. Transitó una “gran” carrera universitaria en el Instituto Nacional de Educación Física de la ciudad de Santa Fe. Y fue tal la dedicación, que en 1974 egresó con el honor de haber sido designado escolta de la bandera de dicha casa de estudios.
No resulta sencillo resumir su experiencia y su paso por la docencia, pero si nos remitimos a algunas, “Beto” recuerda con cariño su primera experiencia en la localidad vecina de Ramona (provincia de Santa Fe). Luego, trabajó en el Instituto Bernardino Rivadavia de Porteña, y en el Instituto Santa Teresita del Niño Jesús de Freyre. En esta última institución, no sólo dio pasos por la docencia, también se desempeñó como preceptor y posteriormente como Rector de nivel medio, durante siete años. Nos detenemos aquí, para mencionar, lo que nos cuentan terceras personas, quienes lo vieron y acompañaron, y quienes aseguran que fue “un gran Rector”, ya que lograr disciplina y orden en los alumnos, nunca fue un problema para él. Afirman que supo ganarse el respeto y el amor de los jóvenes, una conjunción que a cualquier profesor lo satisface. Este honor que el alumnado le confirió, se nota cada vez que se cruza con un ex alumno.
Podríamos escribir mares sobre su vida pero queremos detenernos en un aspecto: “Beto” le dedicó su vida a la docencia, enseñando, orientando y demostrando que con dignidad, seriedad y pasión por lo que se hace, es posible seguir el camino correcto y construir en escenarios de decencia.
También dedicó su vida a la familia que formaron con Leonor, su compañera incondicional de vida. Tuvieron tres hijos varones: Santiago, Esteban y Francisco. Todos ellos forman el mejor equipo que integró en su vida. Son su razón de ser en este mundo. Y para completar ese “gran equipo”, hoy disfruta de sus dos nietos –su debilidad–. Son dos seres que llenan de alegría su vida y calman algunos dolores, propios de los golpes, que a veces, la vida surte.
Además de su rol en el mundo escolar, trabajó en el Departamento municipal de deportes de Porteña y como preparador físico de Porteña Asociación Cultural y Deportiva, en los planteles de fútbol, función que también desempeñó en el Club A. 9 de Julio O. de la nuestra localidad. En el año 1977 fue convocado para desempeñarse como preparador físico de Sportivo Belgrano de San Francisco, cuando la prestigiosa institución militaba en la Liga Cordobesa de fútbol. Era la época dorada del fútbol en Córdoba, con protagonistas como Talleres, Belgrano, Racing e Instituto. En el año 1981, deja Sportivo Belgrano y asume la conducción técnica y la preparación física del “9” de Freyre, hasta el año 1985. En el año 1986 vuelve a Sportivo hasta 1989, inclusive. En 1990 asume la dirección técnica y física de Porteña Asociación Cultural y Deportiva y, en 1992, se hizo cargo de esta función, en el “9” de Morteros.
Dicen que “ser maestro es dar el ejemplo con la palabra, la actitud y la acción”. “Beto” supo hacerlo, supo comprometerse, supo promover conocimiento en niños y jóvenes, supo conducir equipos y manejar relaciones humanas, supo ser líder y ganarse el cariño y el respeto de muchos. En síntesis, supo y pudo hacer lo que tanto amó.
Además de su paso por las escuelas antes mencionadas, vivió una experiencia espléndida durante 35 años en el Instituto Especial Amanecer de Freyre. En este hermoso lugar, es donde cosechó mucho amor y cariño de los niños y jóvenes que lo tuvieron como profesor. Dejó huellas allí también, dio mucho de su estilo, de su personalidad y de sus convicciones, compartiendo momentos llenos de armonía y alegría.
“Beto” fue entrenador del equipo de natación del Club A. 9 de Julio Olímpico de Freyre, disciplina en la que consiguió importantes logros a nivel provincial, a tal punto que durante los años 1990, 1991 y 1992, el club fue distinguido como la mejor institución del interior de la provincia por la Federación Cordobesa de Natación.
Siendo entrenador de Sportivo Belgrano, tuvo grandes satisfacciones, ya que se consagraron campeones dos veces durante su paso por el club. En 1982, logró que el club 9 de Julio de Freyre fuese el primer equipo de la región que participó en el torneo regional de fútbol, ganando seis partidos en la fase clasificatoria, consagrándose campeón en la misma liga. En 1990, se consagró campeón dirigiendo a Porteña y en 1992 fue campeón del Apertura con el “9” de Morteros.
A su último trabajo, previo a su retiro de la actividad laboral, también lo recuerda con mucho cariño. Y fue el Baby Fútbol de Freyre, el que le permitió estar en contacto con la inocencia, la nobleza y los primeros pasos de los niños.
Sabemos que no terminamos de contar la gran cantidad de satisfacciones y buenos momentos que su carrera le permitieron vivir pero cumplimos con nuestro deber social de realizar una humilde síntesis vital de un mentor local, que supo inspirar el talento y la educación de varias generaciones.